Cuando salimos de visita turística por el país adentro, la verdad es que los españoles disfrutamos más de la historia que del presente. Por lo menos cuando nos embelesamos en la riqueza y belleza arquitectónica con que nos vamos encontrando en las diferentes provincias: ni ... una sola carece de algún monumento, de algún edificio admirable o algún conjunto urbano que no merezca la pena contemplar, como son los ejemplos de Cáceres y Sevilla.
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¡Qué buenos arquitectos, que buenos albañiles, qué buenos canteros había entonces!, se escucha a veces. Y es cierto, si se compara la herencia monumental que hemos recibido con la monotonía y carencia de ideas originales que, salvo excepciones, muestran las construcciones recientes. La arquitectura, que es una actividad que invita al arte más que ninguna otra, da la sensación de que ha perdido su interés por la belleza.
Se construye mucho, eso es cierto, pero se construye pensando únicamente en facilitar alojamiento a las familias, lo cual sin duda es primordial, y en que los inversores obtengan muy buenos beneficios facilitando la atención a esta necesidad social. Para ello prima la rapidez, la facilidad de levantar las estructuras y la calidad de los materiales moldeables y baratos. La estética más elemental se cuida en algunos casos, pero salvo horteradas que algunos arquitectos se toman, en líneas generales es monótona.
Priorizar el negocio lleva a menudo a construcciones que destrozan el medio ambiente, con alturas injustificadas de edificios que destacan en el paisaje como muestra del sinsentido. Ni siquiera cuenta el pragmatismo. Muchas construcciones se levantan olvidando la necesidad de que se tengan en cuenta con carácter prioritario las infraestructuras para la movilidad y los servicios básicos. La belleza se desdeña en beneficio de la rapidez en la ejecución y en la carencia de originalidad.
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Recorremos el país y nos encontramos millares de urbanizaciones iguales, concebidas partiendo de un proyecto que tal parece salido de un original multiplicado por una impresora. Gracias a eso, mejora algo -no mucho, dicho sea de paso- la posibilidad de acceso a una vivienda confortable de paredes cuadriculadas y colores estándar a las familias. Algunas veces aparecen algunos edificios con personalidad propia, pero son los menos. Nos preguntamos, ¿dónde están los alumnos de los constructores de las catedrales de Burgos, León, Toledo o Santiago?
O del Monasterio del Escorial, o de Gaudí, o de las modestas y no por eso menos maravillosas iglesias románicas de Palencia, o ¿qué podemos decir de los que construyeron la Alambra de Granada o la Mezquita de Córdoba y, puesto que estamos en Asturias, de los creadores de esa riqueza arquitectónica que reúnen las Iglesias prerrománicas que se conservan en diferentes lugares de nuestro Principado?
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