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Entre virutas y buriles, en el taller de la vida

CARTA DEL ARZOBISPO ·

Domingo, 21 de marzo 2021, 02:32

Era un artesano en su ciudad y muy respetado por toda la gente, ante la que se ganó el título de bueno y justo. Poco más nos dicen los Evangelios sobre él, pero hay elogios que no los hacen los labios ni las letras, sino ... los hechos de una vida discreta, pero comprometida con lo verdadero, con lo bello, con lo auténtico. A José de Nazareth se le confió una vida que no había hecho él, pero cuya custodia era importante. Una vida que tenía dos rostros: el de María, su joven prometida con la que luego se casó, y el de Jesús, el hijo milagroso en quien tuvo humanamente cabida nada menos que el mismo Dios. Amar a María sin apropiarse de ella, amar a Jesús sabiendo lo que su cuidado entrañaba. Es amar la vida tal y como se nos da, como se nos asigna, como se confía a nuestro cuidado sin ninguna posesión pretenciosa.

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