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Piscina de Villamañán, tarde soleada y calurosa, media entrada, adolescentes apiñados en el fondo sur, griterío infantil en las bandas, señoras y señores plácidamente asoleyados y parejas lectoras. En fin, una tarde tranquila en la que cada uno está a lo suyo. Pero una nota, ... que no de color, destaca en el paisaje de cuerpos semi-desnudos. Al borde del agua una madre joven da instrucciones a sus retoños. Está tapada de pies a cabeza, viste saya gris bajo la que asoman unas mallas hasta los calcaños, en la cabeza un embozo negro descubre una rendija, que protegen las gafas de sol.
¿Qué ocurrirá en las piscinas de Kabul este mes de agosto? ¿Dejarán entrar a las mujeres los talibanes vencedores? Y si es así, ¿qué traje de reglamento les será prescrito? ¿Qué pasaría si apareciese una señora en biquini? Seguro que ya tienen la respuesta. Dos mundos y dos cotidianeidades hoy muy diferentes. Aunque quizá convenga recordar que hace unas décadas en Villamañan había eras y no piscinas. O que la playa de la Malagueta se utilizaba como vertedero de la ciudad y cementerio de marinos ingleses, hasta que se abrió el civil y en la playa saneada se permitió el baño, para el que la indumentaria debía ser la que marcaban las autoridades, inspirada por el recato y el buen gusto. Muchas cosas cambiaron desde entonces. Entre otras, se amplió la conciencia higienista y la mujer extendió su campo de autonomía personal. Occidente se fue haciendo más libre. Por tolerante con las conductas marginales, al seguir el principio democrático de garantizar la voluntad de las mayorías, respetando las minorías. Según esto, que haya un burka en la piscina no debería ser más extraño que ver a alguien tatuado de los pies a la cabeza o con una cresta rosa. La sociedad democrática se creía tan fuerte que podría encajarlos, enriquecerse sumando la diferencia, y convencer a las otras civilizaciones de la virtud de su modo de vida. Con Villamañán no hubo problema. Pero el mundo no se reduce al nuestro. Y continúa girando. Y vuelven a aparecer militantes de la fe y de su modelo político de sociedad, ambos estrechamente imbricados, que no aceptan tal convivencia y pretenden imponer su visión, en su país, y reclamar la dualidad legal, en el de los demás, aun cuando estos hayan superado, por su propia evolución, fases similares a la suya. De aplicarlo en Occidente sería regresar al futuro.
Nadie renuncia a una sociedad tecnológica, que acelera los cambios. Pero, por su carácter vertiginoso e inexorable, el mundo busca estabilidad. Todos exploran la Inteligencia Artificial (IA) y cada uno la aplicará para proteger su sistema, reforzarlo y expandirlo. Con tecno-socialismo, tecno-fundamentalismo o tecno-populismo. ¿Qué clase de 'tecno' deberá aprender el Occidente liberal para mantener su posición y valores en el futuro? Y si lo gana otro, ¿respetará sus reglas o impondrá las suyas? Si el fundamentalismo en sus diferentes versiones esteriliza, la multiculturalidad o está respaldado por una convicción fuerte o simplemente es anomia social. Una analista estadounidense de la geopolítica habla de 'rinocerontes grises', metáfora que utiliza para señalar amenazas que vienen de frente y que no queremos ver. Cuando chocan o pasan rozando fingiremos sorpresa.
La educación es un pilar de cualquier sociedad. La diferencia está en el cómo se plantea. No todo cabe en ella, pues el tiempo y la mente de los educandos son limitados y estos viven en familias con sus propias reglas. Hay que elegir y no equivocarse, pues en el mundo las acciones tienen consecuencias. Por ello, una sociedad democrática no debe renunciar a conocerlo como es y no cómo le gustaría que fuera. Que la función y lo simbólico se entremezclan en la sociedad humana es una evidencia. Si queremos que el ciudadano deslinde por sí mismo ambos campos y no lo haga ni un algoritmo ni un profeta, deberá hacerse con la razón aplicada a la educación, que persigue la adquisición de conocimiento mediante principios ampliamente compartidos, entre otros, los del mérito y la capacidad que, a través del esfuerzo, moldean las etapas iniciales de aprendizaje de la vida del 'instruendo' y marcan las posteriores.
Cuenta Julio Llamazares que en Valverde del Curueño vivía un «profeta científico», que en 1915 auguró que durante el siglo la humanidad llegaría a la Luna, y que después los hombres, acosados por las mujeres, volverían a subirse a los árboles como cuando eran chimpancés. Los talibanes lo creyeron. Cuestión de sentimiento.
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