Volver a tener entre las manos libros que leímos en nuestra juventud y ver de nuevo párrafos subrayados en rojo o algunas notas marginales, es algo que contribuye a nuestra felicidad. En días pasados hemos bajado de nuestra biblioteca alguna de las obras de Charles ... Péguy (1873-1914), que fue gran amigo del orador parlamentario Jaurès, con el que participó en el Congreso Nacional Socialista de París, y creó la Librería Socialista, en pleno Barrio Latino, haciendo famosa una publicación que tituló 'Cuadernos de la quincena'. En ella expresó buena parte de su pensamiento sobre el socialismo. En su poesía 'Himno a la noche' nos dijo que «el hombre es un pozo de inquietud», para que nos convenciéramos de que a lo largo de la vida debemos estar dispuestos a aceptar cambios.
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Si se quisiera enumerar las principales cuestiones del socialismo de Péguy, las reduciríamos a tres: la verdad, la justicia y la austeridad.
En la política, y en su manera clásica de hacerla, era un enamorado de la verdad sencilla y pura, no utilizándola para defender intereses propios alejados del interés general, sino más bien para aplicarla como instrumento precioso para que el pueblo soberano pudiera conocer la realidad del estado de su nación. Sus ideas en este aspecto son dignas de ser tenidas en cuenta: «Hay que decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad; callar la verdad, ¿no es por sí mismo mentir? Se debe manifestar enojosamente la verdad enojosa; tristemente la verdad triste, pues quien no dice la verdad cuando la conoce se hace cómplice de los mentirosos y falsarios». Nunca dejó de creer en un viejo refrán castellano que decía «aunque la malicia oscurezca la verdad, no la puede apagar», asunto que algunos políticos de estos tiempos no conocen, sin darse cuenta de que ellos mismos se dañan y se desautorizan. Cierto es que hay temas en que se oculta la verdad más que en otros, pero no siempre se admite que hablar ahora de regiones de Cataluña, de pueblos de Euskadi, no es, ni más ni menos que alejarse del art. 2 de nuestra Constitución que se fundamenta en la indisolubilidad de la nación española. Palabras que no aceptan esos negociadores del independentismo de tres el cuarto para la transformación de nuestro país en una 'pululación de mil cantones'.
Péguy tiene una habilidad especial para enlazar la verdad con la justicia, y lo hace con palabras rebosantes de claridad: «La justicia y la verdad, que tanto nosotros hemos amado, fueron no sólo verdades y justicias conceptuales e intelectuales. Eran algo vivo, eran cristianas, no eran de ninguna manera modernas, eran eternas y no temporales. El socialismo para mí no es un socialismo parlamentario ni de parroquia rica».
Cuando se leen las anteriores palabras y se contemplan las sociedades actuales, es más que difícil encontrar rasgos que se parezcan al socialismo de Péguy, pues, no se trata del socialismo de Marx y Engels recogido en el Manifiesto Comunista de 1848. Ni tampoco del pretendido socialismo leninista, sino que en cierta manera se encuentra muy cerca de una auténtica social democracia, entendida como lo hacen algunos países pertenecientes a la Unión Europea. Y que como manifestó Charles Péguy en un estudio que tituló 'Nuestra juventud', es algo incontrastable, «pues en nuestros socialismos puede decirse que hay mas cristianismo, que en todas las iglesias del país».
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En cuanto a la austeridad y cuasi pobreza, nos recomienda que «el socialista debe ser un ciudadano de una especie común». En el año 1900 sintió cierta tristeza al ver que su amigo Jaurès pudo llegar a traicionar la pureza y la nobleza de sus primeros ideales, al someterse a la obediencia de un materialismo implacable y frío, y en concreto, a los compromisos parlamentarios. Me hubiera gustado saber lo que hubiera dicho Péguy si hubiera visto, en agosto de 2004, el número de la revista 'Vogue' dedicado a presentar los últimos modelos de la moda femenina con la la vicepresidenta del Gobierno español y siete ministras exhibiendo las mejores y mas recientes prendas, por su puesto no compradas en época de rebajas, sentadas en el Palacio de la Moncloa y en sus jardines, haciendo exhibición de sus costosas vestimentas.
Austeridad es otra cosa muy diferente, como mostró la sra. Merkel, a quien colocó en su portada la revista 'The Economist' en el año 2013, situada en un altozano, mirando a toda la Europa comunitaria, vestida con su clásica chaqueta, pantalón y zapatos oscuros, pudiéndose ver a al pie, las siguientes palabras: «Una mujer para gobernar a todos». En España este atuendo austero, no se practica mucho, y ello aunque el horno económico, social y ético no esté para pasteles, en nuestro paciente país.
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