¡Esto es lo que hay!: resignación o esperanza

Carencia de verdaderos hombres de Estado, falta de austeridad en el gasto público, débil y deteriorada ética política, intento de adoctrinamiento en algunas escuelas, sacrificio del interés general...

Miércoles, 8 de noviembre 2023, 00:14

Es más que frecuente que cuando nos encontramos dando un paseo en un día soleado de primavera con un conocido nuestro, una vez que le saludamos y nos interesamos por su familia, la conversación derive para referirse a la situación política, social y económica de ... nuestra paciente España que tanto nos preocupa a ambos. Tras oírnos mutuamente: uno de los dos suele concluir diciendo con un aire de desconsuelo y tristeza de ciprés: ¡Esto es lo hay, amigo!

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Una vez que nos despedimos, me pregunto silenciosamente, ¿pero qué es lo que hay? Muchas cosas pasaron por nuestra cabeza, como las siguientes:

La carencia en nuestro país de verdaderos hombres de Estado y realmente representativos, la proliferación de cucos vividores y políticos legos, el llamativo aumento de la burocracia que contribuye a frenar el espíritu emprendedor de los ciudadanos, la total falta de austeridad en el gasto público, con una desbordante aparición de ministerios, direcciones generales y una nube de asesores; la constante carcoma de la verdad, cuando se hacen promesas o se anuncian proyectos al pueblo soberano, la débil y deteriorada ética política que lleva unida la corrupción, una demagogia pordiosera para atraer a las masas, el olvido en que incurre más de una vez el poder ejecutivo de la división de poderes, base de una verdadera democracia, a la que dañan severamente; la elección como compañeros de viaje político a gentes de dudosa preparación, con el único fin de llegar al poder; un paro juvenil de tal nivel que hace caer en el desánimo a nuestra juventud, un intento de adoctrinamiento político en algunas escuelas a niños de corta edad, la llegada de cientos y cientos de inmigrantes ilegales, que sin tardar mucho podrá calificarse de invasión; el sacrificio llamativo en ocasiones del interés general, dando preferencia a oscuros intereses particulares; el egotismo generalizado de gran parte de la población, la sensación de vivir en una sociedad cansada, la cultura transformada en una mala anticultura, salarios mínimos vitales que sin duda favorecen a muchas familias, aunque insuficientes para familias hundidas en la pobreza, y sueldos exorbitantes de los que se sitúan en lo alto del poder, así como tantas y tantas otras situaciones, que hacen de España un 'totum revolutum', en que el pueblo soberano se pierde.

Ante todo esto, son muchos los que se hacen una nueva pregunta: ¿podrá llegar, un día en que no sea necesario utilizar esta expresión, ya generalizada, ¡esto es lo que hay! Y, por supuesto, sin aceptar fórmulas revolucionarias para cambiar la sociedad como desean los más diversos radicalismos, para al llegar a los altos puestos políticos practicar lo mismo que criticaron.

¿Qué será necesario para que llegue ese día? Creo que hay muchas razones para pensar que se requerirá que el pueblo soberano piense con mucho detenimiento antes de depositar su voto en la urna, a quién de los susceptibles de ser elegidos les preocupa, más que el interés general de España, su interés puramente personal.

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Tal vez Joaquín Costa, en su 'Oligarquía y caciquismo', haya sido quien ha dado con la razón real de lo que nos pasa: «La postergación sistemática, equivalente a la eliminación, de los elementos superiores de las sociedades es tan completa y absoluta que el país ni siguiera sabe que existe. Es el Gobierno y dirección de los mejores por los peores, violación torpe de la ley natural».

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