En el momento de escribir estas líneas, son muchos los trabajadores que esperan ilusionados que los susurros sobre la reducción de la jornada laboral en nuestro país puedan leerse cuanto antes en el Boletín Oficial del Estado.

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Desde el punto de vista social, no cabe ... la menor duda de que tal mejora supone un avance en nuestro Derecho del Trabajo.

Ahora bien, para que tal decisión del Gobierno dé los mejores resultados posibles, será necesario también que los afectados reflexionen de una manera sensata sobre la mejor forma de emplear el tiempo libre que les corresponda, para que se adapte a las tres funciones que a aquel asignó el sociólogo francés Dumadazier: procurar el reposo en el sentido de recuperación, lograr que actúe como antídoto a la monotonía del trabajo y permitir el cultivo de la personalidad, para evitar que pueda ocurrir que se «esterilice el tiempo de ocio».

Por supuesto que, desafortunadamente, en algunos casos los salarios percibidos son demasiado bajos para poder satisfacer las necesidades elementales, y la conducta errónea durante el tiempo libre puede mermar aun más esos ingresos. Y, a la vez, si las percepciones mensuales son suficientes para no tener preocupaciones a fin de mes, no habrá que divertirse tanto como para tener rompederos de cabeza. Pues como sabiamente indicó nuestro Juan Valera, «los españoles deben de ser el pueblo más aficionado a divertirse sobre la faz de la tierra».

Deberá siempre recordarse que el empleo compensador del tiempo libre exigirá disponer de una educación previa, que facilite llevarlo a cabo con buenos efectos. Y más necesario será si se tiene en cuenta que vivimos en una sociedad ansiosa de hundirse en la multitud, sujeta a un consumo dislocado y en que lo más profundo del hombre, como decía Paul Valery, está en su piel.

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Varias son las formas más conocidas para ocupar el tiempo libre: el llamado 'ocio activo', que se producirá cuando se dedique a practicar el hobby, palabra ya incluida en el Diccionario de la Lengua Española, que lo define como «actividad que coincidirá con las aficiones o pasatiempos favoritos».

El 'ocio estudioso' no será menos recomendable, en el que se puede incluir la lectura, la música, la pintura, que permitirán desarrollar la personalidad.

Y siempre, para poder hablar de verdadero ocio, deberá ser el libremente escogido y que permita obtener la máxima satisfacción y expansión, que se constituiría en un segundo empleo salvo, naturalmente, que sea necesario para poder satisfacer las necesidades mínimas que la actividad ordinaria no proporcione.

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No se puede lógicamente excluir la diversión, como medio de ocupar el tiempo de ocio, si bien aquella puede entenderse en un doble sentido: bien como apartamiento activo de los quehaceres diarios, que será la diversión propiamente dicha, o bien como algo pasivo, que constituirá un no hacer o una especie de aislarse de vez en cuando del mundo, a la manera de Fray Luis de León para disfrutar de la soledad –«Sierra que vas al cielo altísimo, recíbeme en tu cumbre, recíbeme…»–. Con lo que disfrutarán los amantes de estar en determinados momentos solos o hacerlo a la manera de Descartes, hundiéndose en el siglo XVII en la ciudad más populosa de su tiempo, Amsterdam, pues allí, estando todo el mundo entregado a «la mercancía», nadie se ocupaba de su persona lo más mínimo.

Y, finalmente, no se deben olvidar para ocupar el tiempo libre los que podríamos considerar como trabajos familiares, sobre todo cuando la progresiva igualdad entre mujeres y hombres ya ve con buenos ojos que los segundos tomen parte de las tareas culinarias y caseras del más diverso tipo, que sin duda les permitirán olvidar su trabajo ordinario.

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En el fondo, de lo que se ha de tratar es de saber disponer de una especie de trastienda, que nos pertenezca por entero y en que ejerzamos nuestra libertad de una manera auténtica.

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