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En el siglo XIX, el nunca olvidado Mariano José de Larra criticó con su acerino estilo, en artículos periodísticos, lo que iba viendo día tras ... día a su alrededor, permitiendo así poder conocer hoy los recovecos y artilugios políticos y sociales de la sociedad en que vivió. Al contarnos el panorama, más bien triste, que contempló, utilizó repetidamente expresiones que por sí mismas, dicen mucho sobre cómo iban las cosas en su tiempo: «¡Cosas de España!» o «En este país…» y «Entre qué gentes estamos…» que se han hecho proverbiales para dar a entender situaciones no precisamente siempre agradables. Cierto es que no se ha mejorado mucho desde aquellas épocas si lo comparamos con el momento actual, pues tanto ayer como hoy, las tentaciones rodean como leones rugientes a los políticos y hacerles frente exige un especial esfuerzo.
A continuación vamos a procurar dar un repaso a algunas de las diferentes maneras de presentarse la corrupción, ilustrándolas con citas de nuestros clásicos españoles.
Leyendo en el año 2025 la prensa diaria, nos sorprende con más frecuencia de lo deseado una cierta obsesión que parte de algunos de nuestros regidores de alto copete, sea cual fuera su ideología, por lograr en el menos tiempo posible asegurarse una buena fortuna para pasar a vivir como 'capitalistas' el resto de su vida, a quienes anteriormente les pusieron como chupa de dómine y todo ello sin tener el más pequeño remilgo ético para realizar lo que nuestro Quevedo expresó de manera clara y concisa: «Llevando en toda ocasión/ la mira puesta en los doblones/ procurando con gran maña/ sangrar cuando pudieran toda España… pues, faltando el dinero, todo falta».
No escasearon tampoco casos en que los actores corruptos principales se hicieron acompañar por algunas 'damas galantes' que, de una u otra forma más o menos discreta, colaboraban y facilitaban el trabajo de sus admiradores, no sin obtener algún beneficio de aquella labor. En la época de Felipe III, que no fue precisamente un rey modelo, se dijo: «Después de que tantos excesos vienen a publicidad/ se sabe la enfermedad /que España tuvo en sus huesos/ ella flaca y ellos gruesos». Quienes utilizan este método para disponer de un rico erario, sin duda, no deben conocer un dicho latino que no ha envejecido todavía: «Desde el origen del Derecho, el amor de las jovencitas subvierte el recto juicio».
El nepotismo es una forma más de corrupción, que viene ya de muy lejos, y que se suele emplear para salir a flote en la política, entre otros usos. En el ciclo de escritos de Quevedo, se encuentran los siguientes versos que se siguen de cerca en los días en que vivimos: «Da los primeros puestos a parientes y amigos/ que son estos siervos tuyos y hechuras/ tendrás siempre las espaldas seguras… pero a los disidentes tuyos y de tus parientes/ con arte los destierras, tratando de que parezcan en la guerra».
Muchos son los consejos que se pueden encontrar en los libros de nuestros escritores políticos de los siglos XV y XVI, sobre la especialísima importancia que se da a elegir bien a los ministros y cargos de especial relevancia. Álamos Barrientos consideró que sería el mejor medio para que las naciones adquiriesen fuerza y prestigio, señalando los tres tipos de personas susceptibles de ser, o no ser, elegidos: «Los capaces, que no aceptan cargo político alguno, y que hoy abundan cada vez más, dando lugar a una huida de los puestos políticos importantes por parte de las élites; los codiciosos, pero incapaces, y los dignos que, con buena ocasión, los aceptarán». Por supuesto, las palabras de nuestro Saavedra Fajardo en su 'Idea de un Príncipe político cristiano' nunca deberían olvidarse: «Un príncipe malo puede ser corregido por muchos ministros buenos, pero no muchos ministros malos puede ser corregidos por un príncipe bueno».
Finalmente, muy recomendado por nuestros escritores clásicos españoles, es la exigencia de los políticos de que hablen a los ciudadanos con la «verdad fulgente» de la que se dijo: «En nuestra edad no eres fallada/ porque tú aborreces el disimular y tienes gran odio con cara falseada/ ni menos le place blando lisonjear».
Dado que las anteriores líneas han sido escritas en nuestra acogedora ciudad de Gijón, la cita de Jovellanos en este contexto de la corrupción resulta siempre necesaria: «Faltando el sentido moral al Gobierno, como guía saludable, el mando será arbitrario, injusto, opresivo y que, quitando este freno a los que mandan, la obediencia será incierta forzada y tumultuosa. ¿De qué servirán las leyes sin costumbres y sentimientos morales?».
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