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Mientras tengamos la suerte de poder pensar, existirán las ideologías, aunque desafortunadamente no todas son resultado de una reflexión detenida. Ideología, según el Diccionario de la Lengua Española, es «un conjunto de ideas fundamentales, para caracterizar el pensamiento de una persona», en nuestro caso, referido ... a la política.
No cabe duda de que las ideologías favorecen la cohesión interna de los grupos y de los partidos políticos, aunque algunos de estos últimos son a veces un poco rebeldillos, pudiendo dar lugar con ello a un rechazo riguroso de los que piensen de manera diferente y mirando con cierto desapego a los que presumen de imparciales, creando así un grado de tensión. No faltando, de vez en cuando, una pizca de mala voluntad y procedente, todo ello, de no disponer en la cabeza de un rinconcito, por pequeño que sea, para acoger las ideas de los demás, aunque ello no sea aceptable ni social ni políticamente hablando.
Las ideologías no siempre tienen su base en tratar de distinguir con claridad absoluta lo 'bueno' de lo 'malo', y a veces proceden de causas como las siguientes: ideologías hereditarias, transmitidas de abuelos o padres; por compromisos ineludibles; fundadas en la clase social a que se pertenece; dependientes de la situación económica de cada uno, según que les permita llegar, o no, a fin de mes sin sufrir desasosiegos; procedentes de la profesión que se tenga y, por no alargar más esta enumeración, pueden citarse también las misteriosas ideologías ocultas. Ni qué decir tiene que todas merecen el máximo respeto.
En torno al contenido de las ideologías, hace ya muchos años que la Unesco publicó un libro que tituló 'Tensiones y conflictos', en que se citaban tres formas de presentarse: A) Normas o principios éticos, sociales y códigos de conducta. B) Hipótesis de carácter político sobre relaciones de medios y fines. C) Estereotipos verbales, sin significación precisa, para favorecer su aceptación.
Naturalmente, las ideologías tienen sus límites, cuando menos constitucionales, que pudieran dar pie a ser rechazadas y que se reflejan en nuestra Carta Magna, entre otros, los siguientes: deberán ajustarse a lo que realmente es un «Estado social y democrático de derecho» (art. 1), respetarán la «indisoluble unidad de la nación española» (art. 2) y, finalmente, la estructura y funcionamiento de los partidos serán democráticos (art. 6).
No debe pasarse por alto que los estudiosos de los movimientos sociales y políticos subrayan que toda ideología es más proclive a crear antipatías que simpatías, influyendo más las primeras por tener más fuerza para el desarrollo del 'hacer' político.
Generalmente, las ideologías se nos presentan de una manera más bien vaga, especialmente en lo que se refiere al modelo de sociedad a que se aspira, para evitar caer en auténticas utopías, en las que los electores no tendrán ni fe ni esperanza de que les favorezcan.
Mucho se habló a mediados del siglo XX de lo que llevó el nombre de 'desideologización', de la que fue un teórico notable el sociólogo Raymond Aron, que nos anunció que «llegará el día en que la política se reducirá en la práctica a un saber preciso, técnico y alejado de toda ideología». Tal día no parece haber llegado aún y sigue siendo verdad, como decíamos al principio del presente artículo, que mientras el hombre piense las ideologías existirán.
Tema distinto, aunque no alejado de las ideologías, es la llamada 'despolitización', que tendrá más posibilidad de aparecer si los gobiernos de turno no cumplen las promesas electorales o de manera repetida ocultan la verdad, o la que presentaron ayer como no válida la consideran aplicable hoy. Lo que tendrá efectos realmente negativos, al contribuir a que el pueblo soberano, como elector, no esté más animado a depositar de nuevo su papeleta en la urna.
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