Jovellanos y las tristezas de la opinión pública

El ilustrado insistía en que la opinión pública poco o nada puede hacersi falla la instrucción del pueblo: «La ignorancia no tiene opinión decidida y los pocos que saben, bien o mal, dan la suya a los que no la tienen»

Lunes, 16 de octubre 2023, 21:36

Es fácil advertir que la opinión pública en España se va debilitando progresivamente e incluso, en ciertas ocasiones, se pervierte por la labor de poderes ocultos, alejándose así de la verdad y pasando a ser algo contrario al orden de las cosas, provocando la aparición ... de ideas puramente quiméricas u odiosamente revolucionarias, que se vivieron, hace ya muchos años, en los medios universitarios franceses.

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Cuando se leen los 'Estudios políticos y didácticos de Jovellanos', a quien su gran admirador Don Marcelino Menéndez Pelayo calificó de «varón justo e integérrimo y estadista de toda grandeza», se comprende mejor la relevante importancia que tiene la opinión pública para un desarrollo eficaz y sensato de los países verdaderamente democráticos.

El prócer gijonés se hizo una pregunta en 1780, en su 'Borrador de reflexiones sobre la opinión pública', realmente sugerente: «¿De dónde le viene a la opinión pública este espantoso influjo que tiene en la suerte de las sociedades?». Que contestó de manera lacónica, para más tarde extenderse en diversas consideraciones sobre ella: «De su fuerza», en razón de las «voluntades de que dispone», entendiendo por «opinión pública» la que cuenta con la mayor masa de individuos del cuerpo social, que supera a todas las sumas de que puede disponer la sociedad y que le permite erigirse en «juez» de todos los actos de los gobiernos.

Sin duda que es fácil comprender que la opinión pública no goce de muchas simpatías por parte de los políticos, que la suelen arrinconar en un lugar inhóspito de los edificios del Estado.

Jovino se entusiasmó al hablar de la opinión pública llegando a decir: «Ella no se mendiga ni pretende; se deja conquistar; nace y se forma en silencio, se alimenta y crece con el aprecio de la imparcialidad y con la aprobación de la sabiduría». Hay incluso, momentos en que Jovino se enardece: «Esta opinión es ilustrada, justa, moderada, ¡qué bienes!; cuando siniestra, preocupada, violenta, ¡qué males no puede producir!».

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Más de una vez la opinión pública se irrita con la política de ciertos gobiernos españoles, pongamos por caso, cuando ve que hay quien desea, e incluso favorece, la posibilidad de crear 'una pluralidad de estados independientes', e igualmente si se roe la familia tradicional, que se pretende sustituir por 16 clases de aquella. Y hay momentos en que la opinión pública no puede evitar llorar, cuando observa que hay gentes que pretenden que nuestro estado social y democrático de derecho se oriente hacia una 'democracia totalitaria', en que la primera medida que decidiría tomar sería el destierro de tal opinión.

Pero, naturalmente, Jovellanos insiste en que la opinión pública poco o nada puede hacer si quiebra la instrucción del pueblo soberano: «Donde falta la instrucción no hay opinión pública, porque la ignorancia no tiene opinión decidida y los pocos que saben, bien o mal, dan la suya a los que no la tienen». Y entonces, por decirlo así, están al arbitrio de estos pocos, lo que podría dar lugar a resultados nefastos. Naturalmente, la opinión pública al verse privada del más mínimo criterio propio, se debilitará y quedará reducida sólo a algunos que siempre subsistirán, pues acertó el presidente Abraham Lincoln al considerar que puede estar equivocado durante todo el tiempo la mitad del pueblo y todo el pueblo la mitad del tiempo, pero no se puede equivocar todo el pueblo todo el tiempo, mostrando así un respeto profundo a los que ejerzan la función de actuar como opinión pública.

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Jovellanos amante de la verdad, no nos da esperanzas infundadas al decirnos más de una vez que «el disponer de una auténtica opinión pública no es cuestión de un día, y algo tan precioso no se puede alcanzar más que a fuerza de constancia y fatiga», con lo que nos anima tener paciencia, seguros siempre de que lo diferido no está perdido.

La insistente referencia que Jovellanos hace a la necesidad de instrucción para conseguir utilizar debidamente la opinión pública, nada tiene que ver con lo que hoy se llama adoctrinamiento, que consiste en dar una educación a niños y jóvenes en que el tener un criterio propio está excluido, y llevará al pueblo a verse obligado a pensar, sentir y obrar ajustándose a la ideología del Gobierno de turno.

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En cualquier caso, puede darse por seguro que si no se logra restaurar de nuevo la alegría en la opinión pública, la tristeza aumentará y se instalará para siempre en ella, ensombreciendo a nuestra nación, al tener que asumir como una verdad inconcusa aquellas palabras de nuestro Leandro Fernández de Moratín en sus versos titulados 'Juicio del año 1813': poco menos, poco más /que ya se ha visto en el mundo/ desde los tiempos de Adán, refiriéndose a España.

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