![Jovellanos, defensor de las mujeres y enemigo de la tiranía de los maridos](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2023/12/20/jovellanos-opi-viliulfo.jpg)
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Amediados del siglo XIX, Federico Engels, teórico del socialismo, decía en su libro 'El origen de la familia', que esta «se hallaba fundada sobre la esclavitud, abierta u oculta, de la mujer», tema que viene dando lugar hace ya muchos siglos a la aparición de ... movimientos revolucionarios defendiendo el feminismo y que a través del tiempo ha ido presentando diferentes formas en la Edad Media, en el Renacimiento y en la Revolución Francesa, con una serie de reivindicaciones en torno a la situación de las mujeres.
En este contexto no puede dejar de recordarse al prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, que en el siglo XVIII se erigió en acérrimo defensor de las mujeres y no dejando bien parados a los hombres que como maridos, o sin serlo, maltrataban a sus esposas y amigas.
Siempre he tenido curiosidad por conocer si en los despachos de los ministerios u otros organismos, donde una de sus funciones más importantes viene siendo la defensa de la mujer, se podría ver colocado en un lugar principal, aquel retrato de nuestro prócer gijonés Jovino, del que fue autor Álvaro Valdés, que siendo Ministro de Justicia aparecía vestido de toga, con golilla, aunque sin peluca, que estaba disimulada por el peinado, en actitud de impartir justicia, procurando así recordarle como precursor de los que fue más tarde, iba a ser objeto de especial tratamiento en los estados democráticos.
Mucho se adelantó Jovellanos a los actuales políticos. Recuerdo todavía una época en Asturias en que se planteó la cuestión relativa a si las mujeres podrían trabajar en los pozos mineros, en que la respuesta de aquellas fue acogida con escaso entusiasmo. Pues bien, nuestro Jovino ya había tratado el tema, con un espíritu liberal y prudente, en el informe dado a la Junta General De Comercio y Moneda sobre el libre ejercicio de las Artes, en el que con claridad manifiesta dijo: «¿ Prohibir a las mujeres todos aquellos trabajos que no convienen a las fuerzas de su sexo? Pero yo no veo la necesidad de esta prohibición. Donde se cree que es un trabajo que repugna a la debilidad de estas fuerzas, ciertamente que las mujeres no le emprenderán. Estas ideas que naciendo, de la opinión, ni pueden ser auxiliadas, ni pueden ser vendidas por la ley, y jamás se confundirán en medio de la libertad». Con ello se reconocía a la mujer el derecho de elegir la profesión que considerara oportuna. Y en el 'Elogio de Carlos III' leído en la Real Sociedad de Madrid, dedicó una parte de su discurso al papel que las mujeres desempeñan en la sociedad: «Sí ilustres compañeras, yo os lo aseguro, y la voz del defensor de vuestro sexo, no debe seros sospechoso, yo os lo repito, a vosotras os toca formar el corazón de los ciudadanos, inspirad en ellos aquellas tiernas afecciones a que están unidos el bien y la dicha de la humanidad. Inspiradles la sensibilidad, esa amable virtud que vosotras recibisteis de la naturaleza y que el hombre alcanza, apenas, a fuerza de reflexión y estudio. Hacedlos sencillos, esforzados, compasivos, serenos, pero sobre todo, hacedlos amantes de la verdad, la libertad y la patria». La única excepción opuesta a la libertad de las mujeres, debe suprimirse como inútil y que lejos de fijarla o declararla por medio de un reglamento, es más conveniente abolirla del todo».
Pero Jovellanos se anticipó también muchos años, al exponer, esta vez en verso, cuanto se refiere según sus palabras, a «la tiranía a los maridos» y a los hombres en general, propinándoles un rapapolvo que merece ser reproducido en una de sus partes y recogido en su Sátira Quinta, que la tituló 'Contra la tiranía de los maridos', en la que parece adivinó, lo que está sucediendo en España este año 2023 y de lo que nos enteramos día tras día, sobre mujeres, esposas, novias maltratadas al decir: «¿A do, puñal en mano, furibundo/ corres Armesto, dime ¿a dó la rabia/ te precipita¿.. Por Ventura/ el blanco es de tu rencor, tu esposa/ tu misera, cuitada compañera?».
Y con ímpetu inigualable continúa diciendo: «Y ¿quién te ha dado, bárbaro, ese imperio/que tan altivo ostentas? ¿Quién Natura /alma Natura¿No, sus sacras leyes/ no distinguen de sexo; por doquiera/ su amada hechura del hombre es el objeto».
Y tras ello, nuestro brillante gijonés, no puede dejar de mostrar su profunda tristeza por los hogares destrozados por el hombre: «Pero tú, insensato/hallar pretendes títulos de imperio/¡De imperio! de absoluto señorío/ Son estos, di, tus títulos, la dura/ maguer que envejecida tiranía/ de tus injustos bárbaros abuelos?».
Lanza, en fin Jovellanos aquí, un reto al Consejo de Castilla, para que modifique una legislación que favorece al hombre y deja indefensa a la mujer al decir: «¿Y puede esto sufrirse?, Sacerdotes/ de Temis, a vosotros/ os toca desterrar tamaño insulto/ contra Natura y sus sagradas leyes/Apartad de nosotros este oprobio/ resto de nuestras bárbaras costumbres/ y haced que se respeten mutuamente/ los que una vez unió sacro himeneo».
Cuando hoy se leen las palabras y las quejas de Jovellanos, inspiradas no en ideologías pasajeras y cambiantes, sino apoyadas en unos valores eternos, que poco a poco se quieren pulverizar, cuando se aspira a que nuestra vida en la sociedad se haga realmente vivible y nos permita ser felices en este mundo extravagante y caprichoso.
¿No merecería Jovellanos que el retrato al que al principio aludíamos ocupase un lugar preferente en nuestro Ministerio de Igualdad, o con el nombre que en su momento se le pueda atribuir?
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