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Don Marcelino Menéndez Pelayo, en su 'Historia de los heterodoxos españoles', nos dijo que «la unidad de la Península Hispánica, mal llamada Ibérica, impide atender artificiales divisiones políticas del país», algo que algunos de nuestros hombres políticos del momento parecen no tener en cuenta.
La ... verdad es que el furor independentista catalán viene siendo un auténtico quebradero de cabeza para los gobiernos de turno desde que España perdió las últimas colonias, tal vez por la repercusión económica que ello supuso para nuestra nación, interrumpiéndose así la época en que Cataluña «era una rueda más, girando acorde con la política nacional» (Díaz Plaja).
Pocas dudas caben sobre el hecho de que el poder político tiene una fuerza de atracción superior a todo lo imaginable, como se puede comprobar día tras día, y hasta Sancho Panza sintió aquella cuando los duques le hicieron creer que iba a ser gobernador de la ínsula Barataria, lo que hizo aumentar el deseo que tenía de «probar a qué sabe ser gobernador», añadiendo: «Yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado».
Nada de extraño tiene, por tanto, que algunos políticos catalanes se despepiten por ocupar los más altos puestos de su soñada república independiente, haciendo perder al resto de los españoles una buena parte de su patria, algo no negociable mientras esté vigente el art. 2 de nuestra Constitución.
El camino seguido desde hace ya muchos años por el independentismo catalán, y especialmente a partir del golpe de Estado de 2017, está basado en un viejo dicho castellano: 'Poco a poco, hila la vieja el copo'. Mucho nos pueden aclarar la técnica empleada por los independentistas las palabras del profesor Altamira, catedrático de la Universidad de Oviedo a partir del año 1813, y que más tarde ocupó puestos a nivel internacional en La Haya y nacional, llegando a ser nombrado miembro de las Academias de Ciencias Morales y Políticas y de la Historia. La reproducción literal de aquellas parece ser necesaria en esta ocasión: «En tesis general, un político estará dispuesto siempre a sacrificar todo a sus propósitos específicos, a los anhelos esenciales de su psicología: vencer, no confesar el fracaso, afirmar su influencia, estorbar la del enemigo, contemporizar para no caer...».
Que nuestro actual presidente del Gobierno parece dispuesto a sacrificar todo para sostener una temporada más su alto puesto, es algo que cualquier español puede constatar con facilidad, al ver los equilibrios políticos que se ve obligado a practicar; hacer afirmaciones hoy que mañana se presentan como totalmente al revés; su tendencia a preferir las negociaciones para resolver asuntos graves a dejarlos en manos de la Justicia, lo que impide al pueblo conocer los entresijos de las ofertas y de las demandas de las partes negociadoras, que se llevan a cabo en el extranjero y en España.
Vencer, sólo aparentemente, pues con el tiempo se llegará a favorecer un alejamiento llamativo entre la comunidad autónoma de Cataluña y las otras comunidades; no confesar el fracaso ante las exigencias cada día más elevadas del Sr. Puigdemont, por cierto, huido de la justicia; afirmar su influencia en muchos otros aspectos políticos, para mantenerse en el poder; estorbar la del enemigo, cuando la oposición califica de arriesgado, cuando menos, lo que se está haciendo, calificándola de intolerante, incapaz de razonar y retrógrada. Pero en lo que a nuestro presidente del Gobierno se le puede considerar como un artista de la política es en lo que al contemporizar se refiere, con sus vaivenes de todo tipo, sus afirmaciones severas y firmes hoy, que mañana cambia, desconcertando a sus propios compañeros de viaje.
Así se va llegando a que el hombre de la calle se lleve sorpresa tras sorpresa, al ver que se está negociando sobre la amnistía para los golpistas, incluyéndose en ella a los políticos catalanes pendientes de procesos judiciales por corrupción; la inmigración, que se pone en manos del Gobierno catalán, incluso la posibilidad de echar de su territorio a inmigrantes no gratos; petición al Gobierno español para que obligue a regresar a las empresas que se fueron de aquella comunidad autónoma, con motivo del golpismo de 2017 y, además, que se les imponga una sanción... Y se susurra que en las escuelas del resto de España deberá enseñarse catalán, llegando a exigir a diario practicar un referéndum en que, por supuesto, sólo participarán los catalanes, como si al resto de los españoles no les afectara verse privados, de la noche a la mañana, de parte de un territorio de su patria.
Ante toto esto ¿cómo no será posible reconocer el mérito del historiador Altamira, cuando añadió al párrafo arriba citado que no se debe confiar en los políticos, como panacea de los males que nos acechan y que cada día son más.
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