Las desilusiones del pueblo soberano

Pueden llevar al electorado a una radicalización profunda, que Pauwels definió como «palabra mágica con la que los imbéciles expresan su pereza ante las dificultades que tiene la libertad»

Viernes, 24 de marzo 2023, 02:11

En algunos países constitucionalmente democráticos, el pueblo soberano se siente cada vez menos soberano, pues aquellos que eligieron, como sus representantes no cumplen con lo que, a bombo y platillo, anunciaron en sus programas electorales, o los trastocan de tal manera que poco se parecen ... a los objetivos propuestos y que fueron deseados, porque todo voto expresa un deseo, que, en este caso, no ven cumplido.

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Cuando esta situación se produce, la democracia corre el riesgo de sufrir tres peligros, cuando menos, que pueden deteriorarla de forma llamativa.

El primero es que surja una despolitización masiva, que lleve al electorado a retirarse a los cuarteles de invierno, centrando su vida en la profesión habitual, sin dejar por eso de ser buenos ciudadanos, pero tratando de obtener satisfacciones individuales y familiares, que le permitan obtener la mayor felicidad posible en este mundo inquieto y engañoso. A sabiendas de que ello pueda dar lugar a que le llamen 'burgués', pero sin inquietarse por ello lo más mínimo, diciendo con el poeta francés Philippe Godet: «¿Burgués? Es posible. Tengo principios y un alma sensible. Me gusta estar junto al fuego de la chimenea. No duermo en un pajar. Me visto, como y bebo, duermo, fumo y trabajo... Decididamente soy un burgués».

En segundo lugar, contemplar el pueblo soberano lo que tiene casi a diario ante sus ojos puede dar lugar a que llegue a una desideologización política, salvo que su ideología tenga raíces muy profundas (familiares, ambiente social en que se viva...) que le impidan liberarse de su manera de pensar, sentir y obrar, al ejercer sobre él una atracción irresistible.

Y, en fin, no debe excluirse que la desilusión política lleve a una radicalización profunda, que Louis Pauwels definió en su libro 'Carta abierta a la gente feliz': «Palabra mágica, que es con la que los imbéciles expresan su pereza ante las dificultades que tiene la libertad».

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Pero ¿qué será lo que producirá que el pueblo soberano caiga en alguna de las anteriores tentaciones? Sin duda, hay quecontemplar algunas de las situaciones siguientes:

Cómo la política se reduce a veces a simples discusiones partisanas, para llegar al mejor puesto posible en el aparato del Estado.

Los extraños compañeros de viaje de que se acompaña el Gobierno que triunfó en las elecciones, a los que prometió con firmeza no servirse de ellos nunca.

El desmesurado crecimiento de la burocracia, que llega a dificultar al hombre de la calle, con papeleo, plazos y requisitos, ejercer, con una razonable libertad, su vida diaria.

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El socavamiento de la familia tradicional, que va quedando troceada cada vez más, perdiendo todas las cualidades que poseía.

Obsesión enfermiza de cambiar la sociedad, para conseguir que los ciudadanos no piensen por cuenta propia, sino lo que se les imponga.

Incumplimientos repetidos del respeto a la división de poderes, base de toda verdadera democracia.

Políticos que viven con sinceridad y entusiasmo la política y los que solo viven de ella.

Nepotismo, que se presenta como una muestra de amor al prójimo: amigos de niñez, sobrinos, yernos, primos... Para que puedan abrirse camino en la vida.

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Adopción de medidas que minusvaloran el esfuerzo, tratan de convencer a la juventud de que puede conseguir todo, sin poner de su parte el más mínimo sacrificio.

Frecuente preferencia que se da al interés particular sobre el general.

Un asombroso número de situaciones de 'extraordinaria y urgente necesidad', para permitir que se dicten normas legislativas provisionales, que tomen la forma de decretos leyes, algo que llegó a preocupar al Tribunal Constitucional, por no compaginarse con el estado de derecho, según acreditada doctrina.

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No frenar una inmigración ilegal que va acercándose, más y más, a una invasión del territorio nacional.

Ante todo lo anterior, hay ciudadanos que se preguntan cuál será la causa de que el pueblo soberano llegue a desilusionarse ante esta forma de gobernar. La respuesta nos la dio, ya hace muchos años, nuestro Jovellanos: «A la falta de virtud e instrucción: he aquí lo que dura. Con estos vestidos, que nunca se gastan, el hombre estará seguro de que nunca se verá en cueros».

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