El espionaje del 'malware' Pegasus a la ministra de defensa, al presidente del Gobierno y a líderes políticos, abogados y periodistas del entorno independentista catalán, entre otros, no debería sorprendernos lo más mínimo. Espiar por parte de unos estados a otros es tan viejo como ... la humanidad. Ya los persas espiaban a los griegos y el soborno era habitual en la antigua Roma. Se cuenta que los romanos se gastaron importantes sumas de dinero en sobornar a los aliados de Yugurta, rey de Numidia entre los años 116 y 106 a.C., para poder localizarlo y fue traicionado y trasladado a Roma para ejecutarlo.
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Las democracias avanzadas se rodean de bonitos discursos retóricos. Son pacifistas de 'día', pero todas tienen en su seno cloacas y servicios de inteligencia que actúan en el submundo de la 'noche'. Apoyan ciertas dictaduras, hacen caer gobiernos, trafican con armas, intervienen en zonas estratégicas y promueven golpes de estado de manera sibilina. Nada nuevo. Lo que sí es raro es que en España un partido que es socio de coalición en el Gobierno no apoye a este ante el escándalo del espionaje, sino que pida dimisiones; no se puede ser gobierno y a la vez oposición porque es una flagrante contradicción política. Ante este escándalo lo que conviene aclarar es el laberinto del ciberespionaje. Una cosa es que el CNI, dependiente del Ministerio de Defensa, espíe a políticos independentistas catalanes que promovieron un referéndum ilegal y otra es que el presidente y la ministra de defensa sean espiados por gobiernos extranjeros (se comenta que el de Marruecos puede estar detrás). No se deben tratar igual ambos tipos de espionaje, aunque el 'software' sea el mismo: un troyano israelí que adquieren muchos estados del mundo.
El estado democrático de Israel obtiene pingües beneficios desde hace años con tecnología puntera relacionada con la seguridad. Según fuentes fiables consultadas, la empresa israelí NSO es la creadora de Pegasus y Nice Systems controla igualmente las comunicaciones de la Policía de Nueva York y Los Ángeles y proporciona las cámaras de videovigilancia al aeropuerto Ronald Reagan. Las cámaras del metro de Londres pertenecen al gigante de la tecnología israelí, Comverse. Los cortafuegos de los ordenadores de algunas importantes compañías de electricidad estadounidense utilizan tecnología que vende Check Point, también israelí. Los agentes de la Policía Montada de Canadá son instruidos por las fuerzas de Defensa israelíes y sus servicios de Seguridad Nacional. Existen unas 700 firmas israelíes dedicadas a la seguridad. De hecho, el centro canadiense Citizen Lab es el que ha destapado el ciberespionaje por parte de Pegasus a los independentistas. Lo curioso es que Citizen Lab haya puesto en el punto de mira el espionaje que se lleva a cabo contra personas de la sociedad civil. Por lo que podemos deducir, sin temor a equivocarnos, que de una u otra forma todos podemos estar vigilados, porque el objetivo es instaurar un mundo más 'seguro'. Pero ¿para quién?
Los servicios de inteligencia de un país tienen que dotarse de sistemas que permitan neutralizar el espionaje de terceros. Para hacer frente a una posible conspiración hay que organizar otra propia. Estos escándalos pueden hacer caer gobiernos cuando los mismos que te venden la tecnología de la seguridad la pueden utilizar en tu contra cuando consideren oportuno. Seguro que Israel puede poner en jaque a cualquier gobierno democrático, solo tiene que airear la información del espionaje mundial que posee. Los que venden los troyanos se suelen quedar con información sensible.
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Por otra parte, si se demostrase que Marruecos está detrás del espionaje a Sánchez y a Margarita Robles, me pregunto ¿qué intereses tiene el reino alauí en derribar o desestabilizar un determinado gobierno de España? Tal vez ya lo consiguió una vez. No sé si recuerdan que una hipótesis que se barruntó, pero no se demostró, o no se quiso tirar del hilo, es que los servicios secretos de Marruecos pudieron estar implicados en los atentados del 11 de marzo de 2004, tres días antes de las elecciones generales, en las que perdió el PP, que las encuestas daban por ganador, y las ganó el PSOE. ¿Quién no está vigilado? ¿Por qué se filtran a la vez el espionaje a los independentistas y a los miembros del gobierno, si son distintos?
El espionaje si se interpreta de manera ingenua es engañoso. Pero estas cuestiones son ya otra historia.
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