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Es un hecho que nuestro paraíso natural está mayor. Ojo, no solo en lo físico (nuestra media de edad es de casi 49 años, la más alta de España), sino también en la forma de ver el mundo y afrontar sus retos. Resulta evidente que ... una sociedad envejecida tiende al conformismo. Es decir, no tiene el impulso, ni las ganas, para hacer cosas y adaptarse a los nuevos tiempos. Digamos, pues, que le cuesta trabajo moverse. Cuando uno es joven la energía sale a raudales, sin embargo, con los años eso se va perdiendo. Dicho de otra manera: en Asturias nos cuesta mucho romper con esa inercia que tiende a no hacer nada. El mundo se ha movido de forma muy rápida en apenas dos años. La pandemia, el cambio climático y ahora una situación de guerra en Europa hace que tengamos que cambiar a la fuerza. ¿Estamos preparados? Yo creo que no. Vivimos bajo ciertos esquemas del siglo XX (incluso del XIX), cuando en la actualidad en determinadas cuestiones se ha avanzado más deprisa de lo que esperábamos. El reloj corre a toda velocidad, mientras aquí seguimos pensando que podemos pararlo. Vean, si no, el siguiente ejemplo.
Mantenemos que lo público tiene un plus sobre lo privado. Esto es, ante una inversión de una Administración nos congratulamos y la damos por buena, sin pensar si es rentable o merece la pena. En cambio, ante una empresa privada siempre mostramos recelos. Fíjense en el debate parlamentario que tuvo lugar en la Junta la semana pasada. El grupo Quirón Salud tiene previsto invertir 40 millones de euros en Gijón para la construcción de un hospital privado. Todo ello, con un empleo directo estimado de unos 300 puestos de trabajo. Pues bien, las preguntas al consejero de Salud, Pablo Fernández Muñiz, fueron en el sentido de verlo como una amenaza. Que si menoscaba la sanidad pública, que si va a haber un trasvase de profesionales del sector, que si pone en solfa la ampliación del Hospital de Cabueñes... En fin, no creo que en otro lugar recibiesen una inversión tan importante de esa manera. Es más, hasta la asociación de vecinos del barrio donde se va a ubicar ha acabado posicionándose en contra, utilizando argumentos de lo más peregrinos. Dicen, sin ir más lejos, que los precios en los alquileres de la zona tenderán al alza. Prefieren, claro, no hacer nada y mantener unos terrenos sin urbanizar en busca de que se instale allí algún día un equipamiento público cualquiera. ¿Estamos o no demasiado viejos?
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