La vida está desbocada. Lo dice un sociólogo amigo que está estudiando las reacciones de la postpandemia. La gente da la impresión de que está queriendo resarcirse de los meses de confinamiento y prohibiciones. Nadie está seguro, además, de que el maldito virus que nos ... proporcionó tantos males resucite en cualquier momento y tengamos que volver a las privaciones pasadas. Esperemos que no.
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Como ya sabemos que la alegría dura poco en las casas de los pobres, que somos casi todos, ya ha aparecido la revancha de esta etapa de euforia financiera que estamos disfrutando. Nos lo recuerda cada día el récord imparable del precio de la electricidad que consumimos y proporciona energía al desarrollo y la recuperación empresarial. Lo malo no es solo que la factura de la luz nos amenace con tener que vivir a oscuras el invierno que se avecina.
No es el único precio que se está desbordando. ¡Qué va! Cuesta encontrar uno que se mantenga estable. En las últimas semanas, los conductores se han visto sorprendidos al llenar el depósito de combustible de sus vehículos, tanto da que sean motos, coches o camiones. El barril de crudo se ha disparado hasta los ochenta dólares el barril y, muy diligentes como habitúan, lo están repercutiendo ya los contadores de los surtidores en las gasolineras.
Y el mismo rumbo es el que seguirá el gas con el que calentamos las casas. La energía, que es la que mueve el resto de la actividad, se está desbordando. Cuando falla o escasea, el resto de la actividad cotidiana, industrial o mercantil se resiente. Y en estos momentos coinciden los tres generadores de energía, la electricidad, los derivados del petróleo y el gas, los que anticipan tiempos difíciles para llegar a fin de mes. Otros muchos productos y servicios no se han hecho esperar para subir los precios.
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Las amas de casa, que son quienes mejor detectan y sufren estas cosas, no hacen más que lamentarse después de echar sus cuentas. Todo se ha encarecido, empezando por muchos productos de primera necesidad. No ocurre, mientras tanto, lo mismo con los ingresos.
Los expertos aseguran que estamos aguantando el tirón gracias a las reservas que facilitaron los días de ahorro obligado por la pandemia. Puede ser, aunque la realidad es que, a este ritmo, con este derroche de terrazas, botellones y demás, con el IPC disparado, pronto empezaremos a sentir que la inflación obligará a poner frenos a esta vida desbocada que tan merecidamente disfrutamos... Mientras dure.
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