Hoy, sábado, si nada se tuerce, andaré por Madrid. Algo tan intrascendente en otras ocasiones, pero tan singular, al menos para mí, en las circunstancias que estamos viviendo desde marzo del año pasado. Viajo por un motivo privado porque, las reuniones profesionales, en lo que ... a presencialidad se refiere, aún se hacen con cuentagotas.
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Echo la vista atrás y creo que, desde 1981, que ya ha llovido, rara vez he estado más de un mes sin visitar, por una causa u otra, la capital. Ciudad para la que todo elogio se queda pequeño y de la que se me agolpan recuerdos de infancia, de la mili, de mis estudios de posgrado, de opositor, de conferencias propias y ajenas, de tribunales académicos, de visitas a museos, archivos, bibliotecas, de callejear... Incluso viví los tiempos de la 'Movida'. Y, como ya he contado más veces, el 23-F hospedado en la Carrera de San Jerónimo o, lo que aún fue mucho más dramático, el incendio de la discoteca Alcalá 20, durmiendo a escasos metros en la misma calle.
Me resultará raro porque, en verdad, desde el primer estado de alarma, que me pilló regresando a Asturias, sólo he salido de la comunidad, por causas bien justificadas, en dos ocasiones y nunca a Madrid. Ojalá sienta esa ciudad viva, alegre y acogedora que siempre ha sido, aunque esta procesión interminable de gentes embozadas lo distorsione todo.
El camino a la Meseta es siempre grato, aunque el camino de hierro -hablo del AVE- siga siendo todavía un eterno vuelva usted mañana. Habrá que confiar en que, finalmente, se abra esa variante escandalosamente horadada hace unos cuantos años y sin servicio.
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Hay otros caminos que invitan, ya en el presente, al optimismo. Y me refiero a los que, saliendo o pasando por Oviedo, trazan rutas jacobeas. El que la ministra de Industria, Reyes Maroto, con el apoyo del Gobierno estatal, haya querido escenificar en Oviedo, el plan estatal de 117 de millones de euros en inversiones para mejoras en las diversas rutas del Camino de Santiago, es una excelente noticia y hasta un muy tardío, pero pertinente reconocimiento histórico. No todo es turismo ni las once autonomías implicadas, dicho sea con el mayor respeto -y hasta admiración por lo que en algunas se viene trabajando- tienen el mismo peso en los orígenes de la peregrinación. Se anuncia que algo más de la mitad de los fondos, se destinarán a la rehabilitación de patrimonio histórico, lo que, en el Principado, nos habrá de venir muy bien.
Casi simultáneamente, la Universidad de Oviedo y la Fundación Valdés Salas, hacían entrega, ayer, del III Premio 'Alfonso II. Los Diarios del Camino', que, una vez más, ha reconocido la experiencia y vivencias de un caminante extranjero. Aunque, en esta ocasión, a título póstumo. El jurado valoró positivamente el valor histórico de la narración y su extraordinario interés al relatar una experiencia pionera que habría de ser relevante para la difusión en Europa del, por entonces, poco conocido y transitado Camino Primitivo. Se trataba del original del profesor alemán Herbert Simon, presentado por su hija, la profesora Lioba Simon Schuhmacher, que concurrió con otros cinco trabajos presentados, alguno de elevado nivel literario.
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El Camino Primitivo, el del Rey Casto, era, ciertamente, un itinerario casi residual y romántico cuando Simon se atreve a recorrerlo. Nada tenía que ver con lo que hoy apreciamos, gozosamente, transcurridas ya cuatro décadas. La Unesco, como es bien conocido, ya ha integrado, desde 2015, los Caminos de Santiago del Norte Peninsular en la Lista de Patrimonio Mundial del Camino de Santiago.
Pero en 1980, año en el que se elabora el Diario galardonado, la experiencia, anotada y ahora recopilada en narración y en documentos -no pocos alusivos a establecimientos y personas que ya han desaparecido-, fue sustento, por el empeño del propio peregrino, incluso con correspondencia a altas instancias que figura en el original, de la difusión en Europa de este itinerario cultural con origen en el siglo IX. Diversos medios europeos llegaron a recoger la experiencia de Herbert Simon, catedrático de Instituto en Colonia y que contaba con 59 años cuando llevó a cabo su peregrinación por el interior del Principado. Que este premio sea una modesta forma de dar unas gracias colectivas más que merecidas.
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