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Esta historia es sencilla. Alcaldesa toma el bastón de mando y con ello hereda el plan de vías, mientras que Gijón lleva esperando casi dos décadas por una estación intermodal. En definitiva, un levantamiento ferroviario que es cúmulo de falsas promesas, inutilidad política e incumplimientos ... constantes. Lo afronta, como quien no ha estado aquí viviendo mil y una guerras sobre este asunto, buscando soluciones fáciles a algo que es muy complicado. O sea, cree que tiene la varita mágica que resolverá este entuerto con solo agitarla. Se encuentra con un convenio firmado por consenso en 2019 e impreso en el BOE, pero, ojo, no le sirve. Quiere volver al proyecto fracasado de 2006 que, como no se hizo nada por sacarlo adelante durante trece años, huele como un muerto que se ha estado pudriendo. Entre tanto, reabre el debate sobre la ubicación de la estación, cosa que creíamos zanjada con la firma de las tres administraciones intervinientes. Así, va maniobrando poco a poco para que las otras partes, a la postre, el Principado y Ministerio de Transportes, vayan aceptando esa versión del plan de vías. Lo tiene fácil: tenemos el tres en raya (administraciones socialistas en los gobiernos). Argumenta que será más barata y rápida de hacer. De hecho, da plazos -dijo que comenzarían las obras durante esta legislatura, pero ya lo rebaja a la licitación- y quiere hacer de su levantamiento el único posible. Todo ello, sin pasar por el Pleno del Ayuntamiento y con la oposición en pie de guerra por esta política de hechos consumados.

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