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Las demostraciones fascistas -les voy a dar el nombre que les corresponde porque las cosas hay que nombrarlas, de lo contrario, se esconden, pero, ojo, no desaparecen- constituyen, hoy y siempre, una amenaza directa y peligrosa para los valores fundamentales de la democracia. Y me ... da igual la excusa que cada cual esgrima para justificar actos semejantes, porque este fenómeno, que en los últimos tiempos hemos visto cómo cabalga fiero por un país atónito, personifica un retroceso. Son el ejemplo más claro de un pensamiento enfermo que poco ha evolucionado a lo largo de los años. Doctrinas virulentas y ruines creencias acompañadas de odio, hostilidad y, hoy en día, por supuesto, palabras malsonantes, tacos e insultos. Al parecer, el uso de reniegos y juramentos hace que cualquier discurso, por vacío que este sea, suene y llegue mejor a la masa.
Ideas acres que marchan hacia atrás, con la cara hacia el pasado, la mano en alto para glorificar pensamientos viejos y autoritarios. Para poner vendas negras. Ideas intransigentes que son devotas del exterminio de la libertad de expresión, porque la defienden sólo cuando se trata de la suya. La de los demás es innecesaria. Ideas aficionadas a la utilización y exaltación de la violencia, sea esta de la clase que sea, como medio para imponer sus pensamientos. Y esto, promover la violencia para forzar voluntades y optar por la fuerza para silenciar a aquellos que discrepan, es una táctica opresiva que socava los principios democráticos y genera un clima de temor social.
Exhibiciones que atentan contra la convivencia pacífica y el respeto mutuo. Así de simple, y no hay argumento admisible, ni uno solo, que pueda justificarlas y/o ampararlas. La posible amnistía, una coalición de izquierdas en el poder o pactos de gobierno con unos u otros no son premisas válidas para dar sostén y abrigo a esta gente y su comportamiento. Esto es la democracia. Así se juega. Y así se gana o se pierde. Como en el amor. A veces te quieren y otras te rechazan. No por ir dándose golpes de pecho, España va a decidir casarse contigo o siquiera echarse a tu lado una santa siesta.
La historia, que debería servirnos como ejemplo, nos ha enseñado los resultados, siempre destructores, del fascismo y sus actos. De su gobierno y autoridad. No tenemos que irnos muy lejos para despertar la memoria. Tenemos recordatorios sombríos de los extremos a los que puede llegar este pensamiento a apenas ochenta años de distancia, por lo que jugar a la ambigüedad a la hora de censurar cualquier manifestación de carácter totalitario, como hacen algunos, es peligroso además de mezquino. Son ideologías oscuras, violentas y perversas, que se caracterizan por el corporativismo y la exaltación nacionalista, en este caso de la nación española, que excluyen y desechan al diferente.
Es responsabilidad de todos defender lo que tenemos -que aunque pudiera ser mejor, es nuestro- frente a quienes pretenden regresar a no sé sabe muy bien dónde. ¿Un imperio? ¿Un país en el que se vuelva a gritar ¡viva la muerte!? ¿Una sociedad que todo lo arregla rezando el rosario? ¿Un país en el que sólo los ricos tengan acceso a buenos colegios, hospitales, etc.? Sea cual sea la respuesta, se me antoja un destino incierto y no podemos permitir que algo así suceda. Nunca. No podemos permitirnos que el fascismo gane terreno y ponga en peligro los cimientos democráticos de nuestra sociedad.
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