Secciones
Servicios
Destacamos
En lo que llevamos de año he sido víctima de diferentes ataques virtuales. El último fue la semana pasada y a diferencia de los anteriores, en los que había logrado contener oportunamente cualquier daño (o el máximo perjuicio posible dentro de las posibilidades), esta vez ... fue distinto. Mi cuenta principal junto con las páginas asociadas a ella en la red que más número de seguidores tenía, fue eliminada por completo. De la cruz a la fecha. Entera. No quedó ni el nombre.
Al principio, el caos parecía inevitable porque la desaparición de ese espacio virtual, ese en el que había trabajado durante años y que me servía de escaparate para mis actividades periodísticas y literarias, se me antojó un cisma. Mi esfuerzo y contenido, los contactos, fotografías, vídeos, relaciones y conexiones tanto personales como profesionales, etc. se habían desvanecido en un instante por arte de birlibirloque. Sentí, por supuesto, impotencia y durante unos días me pregunté cómo iba a recuperar el terreno perdido y si merecía la pena hacerlo; si bien, y esta vez no fue por arte de birlibirloque, acaso floreció como una epifanía, me di cuenta de que lo que 'a priori' parecía un desastre era, en verdad, una bendición.
Resulta que esa 'pérdida' no lo era tanto. De hecho, era una oportunidad. Un reinicio y no sólo del algoritmo, sino de mi vida virtual. ¡Qué maravilla! Podía reconstruir todo desde cero y dejar de estar o sentirme atrapada –¿enjaulada, tal vez? Como el hámster que no puede salir de su rueda porque no sabe cómo hacerlo– en un lugar donde contactos y relaciones estancadas desde hace siglos o personas tóxicas permanecían como un lastre. Una molesta carga de la que uno no terminaba de deshacerse por pena, duda, cobardía o compromiso. Tenía entonces la opción de seleccionar, de elegir con quién y cómo quería conectar de nuevo. Qué increíble sensación, se lo aseguro. Es como si alguien hubiera dado al botón de reinicio y de este modo, sin darse cuenta, lo que de verdad había hecho era abrir una puerta enorme para que se fuera por ella todo lo que no me hacía bien. Con el algoritmo roto y todo mi espacio digital desaparecido, no tenía ninguna obligación de arrastrar por más tiempo todos esos pesos muertos.
Así las cosas, comencé a reconectar con viejos (y nuevos) amigos que de veras me aportaban y aportan, aquellos con los que las interacciones son auténticas y no un simple y falso intercambio de comentarios tramposos. También pude encontrar conexiones profesionales que suman y me ayudan a crecer. Fue un borrón y cuenta nueva; y un alivio que no esperaba. El algoritmo que parece marcar el compás de nuestras vidas, lo que somos y queremos ser incluso, se puede reiniciar. Podemos morir para resucitar. Caer para levantarnos. Desaparecer para regresar. Lo que vemos, consumimos o con quién interactuamos parece pautado de antemano; sin embargo, cuando eso se apaga como las povisas que terminan –siempre acaban así, tarden más o tarden menos– convertidas en ceniza, lo que al principio se siente como una pérdida de control, resulta ser una recuperación total de él. El ataque me ha devuelto el poder. Ahora, con cada amigo aceptado, cada conexión establecida o cada publicación compartida, construyo un nuevo espacio a mi medida y es, además, una oportunidad para reencontrarme.
Eso es lo que ha sido este ataque 'final'. He podido perderme para reencontrarme y de este modo redescubrir qué clase de relaciones quiero cultivar y qué tipo de personas quiero tener en mi vida, sea esta del carácter que sea, virtual o real. Me ha permitido soltar el miedo y la presión, dejar atrás el temor a volar y he aprendido que, a veces, lo que parece una merma es una puerta abierta hacia algo mejor. Siento que he ganado libertad. Morir para resucitar.
Algunas paremias recopiladas en Valladolid y en algunos pueblos del partido judicial de Medina de Rioseco por Juliana Panizo Rodríguez, para la Biblioteca Miguel de Cervantes, dicen: «Muere y vivirás. La muerte es redentora. Morir es volver a vivir». Yo he muerto virtualmente y he regresado. Resucitada. Reiniciada y más fuerte. Renacida. Mejor en todo caso.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.