El vacío nos disgusta. Incluso me atrevería a decir que nos incomoda. Una habitación sin muebles, un tiempo sin planes, un libro con todas sus páginas en blanco... Todo lo que no está, lo que creemos que falta, parece gritarnos que algo no hemos hecho ... bien porque vivimos llenando agendas, armarios, conversaciones, casas y hasta mentes. Como si una vida completa fuera únicamente aquella que no deja huecos; sin embargo, los vacíos tienen su peso y no es necesariamente negativo. Los vacíos, piénselo un instante, son pausas, respiros tal vez, que nos ayudan a recolocar el mundo. El particular y el que juntos creamos cada día.

Publicidad

Una habitación sin muebles, por ejemplo, no es solo un cuarto desocupado; podría ser, quizá, una promesa, un espacio para imaginar. Un tiempo sin planes, por su parte, es en realidad un regalo. No un error como 'a priori' puede juzgarse, sino una oportunidad. ¿De qué? De muchas cosas. Solo hay que dejarse llevar por su tictac que, como un metrónomo, nos ayudará a escuchar el silencio, encontrar lo que realmente queremos hacer lejos de las expectativas de los demás, soñar despiertos con mundos imposibles a sabiendas de que lo son, cantar sin esperar afinar o mirar el techo, buscar musarañas y dejar que la mente divague por mares no conquistados.

Un libro sin escribir, con sus páginas en blanco, vacías, no es un fracaso. Es un recordatorio de que, por fortuna, aún tenemos historias por contar y emociones que descubrir. El espacio vacío no siempre es carencia; a menudo, es una oportunidad.

El problema radica en esa idea que de un tiempo a esta parte se ha instalado con comodidad en nuestras cabezas y que nos dice que enfrentarnos a nosotros mismos en el vacío –con todo lo que somos y todo lo que no hemos sido– puede ser peligroso y que es mejor, por tanto, que este (el vacío) no exista. Lo llenamos y así alejamos esa voz impertinente sin darnos cuenta de que, en realidad, lo que apartamos es la posibilidad de descubrir algo verdaderamente extraordinario en esos huecos que hemos decidido censurar. Y es que, me temo, esa voz ha logrado que creamos siempre que el vacío pesa por lo que falta, cuando no es así. No lo es. Si lo miramos de frente, lo que deberíamos ver es tiempo; es decir, que todavía hay vida y, en consecuencia, infinitas posibilidades con las que llenarlo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad