Hay algo que, como sociedad, hacemos juntos y se nos da muy bien, y que además hemos perfeccionado cosa asombrosa en los últimos años. ¿Qué? Coger ideas y/o herramientas que tienen la posibilidad de mejorar nuestras vidas, salvarlas incluso, y convertirlas en un auténtico ... albañal. Cogemos así una novedad revolucionaria o un cambio positivo y lo machacamos y banalizamos hasta reducirlo a pura broza; y no me refiero a cosas, sino a ideas, pensamientos o conceptos.

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Por ejemplo, la sororidad. Se ha maltratado tanto lo que significa que prácticamente ha perdido su significado. Amistad o afecto entre mujeres. Tan sencillo como eso y, a la vez, tan poderoso. Una relación de solidaridad que, al ponerse de moda –en general, es el factor principal por el que la mayor parte de estas ideas pierden su fuerza y capacidad de ser: la moda–, se ha banalizado y transformado en algo vacío. Una idea de apoyo y lucha conjunta por un mundo más justo, sobreexplotada para la fama, gloria, venta y, por supuesto, el aumento de popularidad tanto por parte de cargos y personajes públicos como de personas anónimas. Ha sido reducida, por desgracia, a una palabra que suena más o suena menos en función de días a subrayar, películas, hechos destacables, etc. Se utiliza sin pensar, a la ligera y de forma casi automática, como un 'hashtag' cualquiera que resulta bien en la publicación de turno.

Otro ejemplo muy claro sobre este asunto que hoy les comento es la salud mental. Se ha tardado muchos años en derribar el estigma que existía alrededor de este tema, lo que en inicio era y es algo bueno. Algo fantástico de hecho. Por fin se empezaba a hablar de ansiedad, depresión y bienestar emocional sin vergüenza y sin ser señalado; pero, claro, puesto en boga el asunto, lo hemos empaquetado bonito y lo hemos convertido en un producto más. Al presente, la salud mental se ha transformado en una industria. Tenemos cientos, si no miles, de aplicaciones sobre bienestar, dicha y paz; cantidades ingentes (no es ninguna exageración) de gurús o guías de autoayuda y un sinfín de consejos vacíos sobre cómo ser feliz en 'x' pasos y alcanzar la serenidad. Así, lo que debería ser un diálogo profundo dentro de la propia sociedad, tanto sobre el bienestar como sobre el malestar emocional, se ha trivializado, lo que, me temo, minimiza los orígenes, avances y secuelas de la buena y mala salud mental. Se ofrecen soluciones superficiales, rápidas e inservibles a lo que muchas personas sienten (y sufren).

No hay cosa, he de admitir, que más rabia me da que escuchar a cualquier tertuliano de tres al cuarto dar lecciones de salud mental; o al típico listo de internet (que a veces incluso conoces en persona) que el día dedicado a la salud mental se consagra a hablar de traumas, problemas propios y ajenos, y pide respeto, empatía y una colección inabarcable de soluciones. Después, tacha el día en el calendario, ya ha cumplido, y busca qué se celebra al siguiente. En este caso, se conmemoraba el día mundial de la astronomía, de las aves migratorias, del respeto a la diversidad cultural o de la artritis reumatoide, entre muchos otros. Hoy, por ejemplo, por si tienen curiosidad, es el día mundial de la ópera y el europeo de la justicia. También es el día internacional del Champagne. El caso es que el típico listo de internet tendrá vídeo, foto o lo que sea necesario para ganar fama. Tomará lo bueno, lo convertirá en algo superficial y en cuanto se dé cuenta de que ya no es rentable, simplemente buscará la siguiente creencia que esté de moda para repetir el proceso.

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En consecuencia, ya ven, vamos de una moda a otra, la adoptamos con un entusiasmo digno de encomio, la exprimimos hasta que no queda ni gota, nada, y, cuando ya ha perdido todo su valor, la abandonamos sin ningún remordimiento. Nos da igual esa especie de vacío que queda tras este ciclo infinito porque es, al parecer, el nuevo ciclo de la vida. Uno en el que convertimos lo bueno en pura roña.

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