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Resiliencia, serendipia, empoderamiento, indeleble… Esta es una pequeña muestra de palabras a las que la sobreexplotación ha hecho perder su significado o impacto original, y las ha vuelto meras baratijas del actual cuadro lingüístico. Tendencias o modas que acaban por convertirlas en sombras de lo ... que encarnan en realidad y que hacen que pierdan no solo su valor, también su fuerza.
De nada sirve al presente decir que uno prefiere la resiliencia a la resistencia, porque la resiliencia ha dejado de ser tal. Tampoco que hacer esto o aquello le empodera, puesto que es un vocablo tan manido que provoca desconexión nada más leerlo o escucharlo, a pesar de su grandeza. Ocurre con un sinnúmero de palabras. Tenemos, por ejemplo, viral, épico, icónico o legendario. Se ha recurrido tanto a ellas que han degenerado por completo. Han mudado a fútiles voces que dicen lo que no quieren decir y olvidan lo que son.
Esto no tendría mayores consecuencias si no fuera por la necesidad del uso de estas palabras en contextos reales para explicar de forma correcta y proporcionada situaciones concretas. Esto es, por ejemplo, que tenga que utilizarse el término épico en un rescate de alta montaña en el que uno de los rescatadores hace algo que puede considerarse ciertamente heroico. ¿Qué es lo que ocurre? Que al escucharlo, de forma inconsciente, no sabremos cuál es la verdadera magnitud de ese acto. Creeremos que era algo, digamos, normal, ya que, al fin y al cabo, épico también es un baile de 'tiktok' con espadas luminosas o el vestido de tal o cual famoso en la Met Gala de este año. Se trata, por tanto, de una banalización del genuino significado de algunas palabras.
Desde la psicología hasta el marketing empresarial, en cualquier ámbito se puede apreciar una usanza y sobreexplotación de términos que a menudo se utilizan de manera superficial e inapropiada, lo que los ha convertido en genéricos cuyo significado ha perdido su poder semántico real; su misterio y encanto. Lo que alguna vez fue un término sugerente, ahora es solo una palabra de moda.
No obstante, esta sobreexplotación no solo conduce a la banalización de las voces, también socava la precisión y claridad de la comunicación. Ya lo hemos visto. No es nuevo. Ocurrió con términos como brutal y dantesco durante la pandemia. Se habían frivolizado hasta tal punto que no podían emplearse de forma justa para describir lo que en aquellos días sucedía. Y es que, cuando una palabra se convierte en un cliché y se emplea de manera indiscriminada, pierde su facultad para comunicar ideas de modo efectivo y lleva, a veces, a la confusión; y cuando las palabras pierden su significado original por completo, cuando en cierto modo mueren como lo que eran, se erosiona la capacidad del lenguaje para expresar la complejidad y diversidad de la experiencia humana. Entonces, las guerras dejan de ser dantescas; algunos contratos dejan de ser leoninos; los crímenes dejan de ser brutales; una buena historia deja de ser indeleble —hay tantas, al parecer— y un acto de verdad heroico deja de ser épico.
La belleza y eficacia del lenguaje son fundamentales para que las palabras continúen siendo poderosas herramientas de expresión y comunicación. No debemos olvidarlo. Sería un error. Lo que digo y cómo lo digo es importante. Siempre lo es.
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