Recuerdo cuando era niña y viajábamos mucho durante las fiestas navideñas para estar con la familia. Recorríamos pueblos y ciudades, carreteras pequeñas, estrechas, y alguna autovía. Calzadas vacías en su mayoría, solitarias, sin gentío, al que yo imaginaba en sus casas, al calor de la ... chimenea, preparando la cena. Desde la ventanilla del coche, a lo lejos, veía luces de cientos de colores que salpicaban la oscuridad —era una niña y cientos era una palabra totalmente adecuada para mi criterio en aquel tiempo—, árboles adornados, casas con estrellas y guirnaldas colgantes. Había luces de todos los tipos, desde las más elaboradas en casas grandes hasta las más modestas en balcones pequeños, y me encantaban.

Publicidad

Cuando tenía veintinueve años, viví un tiempo —he vivido en muchos y muy diferentes lugares— en un pueblo de montaña navarro donde cada invierno la nieve caía con ganas, compañera inseparable de paseos y pensamientos, y donde cada navidad colocaba con ilusión una estrella dorada en el balcón. Enorme y luminosa, la elegí porque quería que fuera un recibimiento; como un faro que se viera al entrar y diera la bienvenida a cualquiera que por aquella ondulante carretera se perdiera. Mis vecinos, éramos pocos, apenas una veintena a diario, me decían que daba calor y yo también lo sentía así. Una estrella que da calor y señala el hogar.

Nieve y luces.

Fuego y olor a leña quemada.

Roble, haya y encina. Así olía mi infancia y así olió durante un tiempo mi vida adulta. Hoy, aunque viva en una ciudad, cuando por la calle huelo la leña quemada de alguna casa que todavía tiene chimenea, sonrió. No puedo evitarlo. Igual que lo hago cuando en la oscuridad noctámbula, en estas fechas, veo luces de colores a lo lejos. Luces en hogares distantes. Desde casa o desde el coche, sonrío. Tal vez sea la edad, puede ser; si bien, no lo veo como una sombra melancólica que intente de algún modo engullirme y llevarme a vivir eternamente en el pasado, sino como un albor de felicidad. Sé que, en ocasiones, pueden juzgarse como una cosa parecida, pues tendemos a hacerlas bailar juntas, melancolía y felicidad, pero no lo son. Son algo tan sencillo, y a la vez tan importante, como recuerdos bonitos que me hacen sonreír, me iluminan el corazón y me reconcilian con la vida, lo que es maravilloso en este mundo nuestro en el que todo se describe como 'mal', hasta las luces de navidad; hasta la ilusión. Como si los adornos pudieran ocultar, de un modo milagroso, la feroz realidad. Como si una simple luz pudiera, de verdad, esconder la miseria humana. Es un pensamiento tan infantil que, en el fondo, si no fuera porque es peor que un virus, me daría pena. Además, no se trata de ocultar nada. Se trata de vivir, sonreír y sentir, aunque sea un instante, algo bueno. ¿Tan malo es sentirse bien? Parece que, a veces, se nos exige llorar siempre. Llorar por todo lo que no podemos arreglar, por lo que no podemos cambiar. ¡Oh, no! Me niego. Lloraré cuando quiera; y sonreiré, también, cuando quiera.

Recordaré los viajes en coche, largos como un tren de mercancías, la carretera mojada en cuyo reflejo uno podía imaginar cientos de mundos diferentes, las luces a lo lejos y sonreiré.

Recordaré los árboles adornados, mecidos por el viento del invierno, acicalados también con restos de escarcha, y sonreiré. Caminaré por ciudades vacías, de noche, mientras las gentes celebran, o no, al calor del hogar o frente al murmullo de un televisor, y sonreiré.

Publicidad

Miraré las estrellas, cuando las luminarias de ciudad me dejen, e intentaré adivinar cuáles son. ¿La osa mayor, tal vez? ¿La menor? ¿Un signo del zodíaco? ¿Y eso? ¿Acaso es un planeta? Y la luna, siempre la luna. Miraré la luna y sonreiré. No confundamos, pues, las estrellas con luces de neón, no lo hagamos —qué triste sería—, y no confundamos las sonrisas con falta de conciencia, solidaridad o empatía. No, no lo hagamos porque sonreír también es un acto de resistencia; porque la vida, nuestra vida, nuestro mundo, incluso en su dureza, tiene destellos de belleza.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad