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Cuán falto de cariño está el mundo

Hemos perdido la capacidad de discernir entre lo importante y lo trivial. Nos hemos vuelto insensibles al sufrimiento real y alimentamos gustosos una cultura basada en el victimismo y la autocompasión

Viernes, 5 de abril 2024, 02:00

Somos una tragedia. Un melodrama. Un desastre tras otro. Un infortunio que nos acompaña a cada minuto. Somos la desdicha y la desventura. La tragedia y la calamidad.

Somos un drama. Sólo y exclusivamente drama.

Vivimos caracterizados –en el más amplio sentido de la palabra– ... por un dramatismo exagerado; por redes sociales anegadas de tragedias griegas, odiseas representadas y miserias personales convertidas en espectáculo. Somos un naufragio constante. Eso venden famosos y anónimos. El vecino y el familiar. Desdicha envuelta en lamentos y quejas persistentes. ¿Cuánto puede llegar a quejarse un solo ser humano? Es agotador. A mí, al menos, así me lo parece. Cansado y fastidioso. Y pienso, al verlos, al escucharlos, que son dramáticos con ínfulas. Trágicos personajes de un mundo artificioso –trágico y terrible, por supuesto– que buscan atención a cualquier precio. Atención convertida en un bien de mercadeo, pues parece que la única forma de destacar es a través del exceso y el drama desmedido.

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