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Si les preguntara la capital de Canadá, ¿sabrían contestar de forma correcta? Quizá respondieran Montreal, Toronto o Vancouver cuando, en realidad, la capital de Canadá es Ottawa. ¿Y si les preguntara por el compositor de la Marcha Radetzky? Seguro que alguno responde Radetzky, pero no. ... Esa no es la respuesta correcta. La Marcha Radetzky es una composición orquestal de Johann Strauss (padre) escrita en 1848.
Sé que son cuestiones difíciles; sin embargo, por la media de edad de los que aquí escribimos y aquí leemos, deberíamos saber responder adecuadamente a estas preguntas. No así nuestros jóvenes. Ellos todavía pueden equivocarse. Pueden decir cosas que a nosotros se nos antojan un delirio, un dislate, porque la adquisición de conocimientos es un proceso continuo y gradual; es decir, nadie nace aprendido.
Me resulta triste, más allá de las risas naturales que en un primer momento puede provocar una respuesta errónea, la tendencia de ciertos adultos a burlarse, humillar y caricaturizar a los jóvenes por su falta de conocimientos en materias como, por ejemplo, historia, geografía y/o cultura general. Generalizan el error y dan por hecho entonces que el universo, al completo, poco menos que se va al garete. ¿De verdad? Esta actitud, a mi juicio pedante, refleja no tanto la impericia de los chavales como la pobreza mental de algunos adultos a la hora de comprender (y recordar) las etapas del aprendizaje y el desarrollo humano. Y estos jóvenes, por cierto, son nuestros jóvenes. Nuestros. Esto hay que decirlo más a menudo porque a veces tengo la sensación de que para determinadas personas los jóvenes vienen de la nada. Existen, son y están por arte de magia y, además, viven sin ningún tipo de figura responsable a su alrededor. Me resulta un concepto ciertamente extraordinario. Merecedor de un estudio. En fin…
Nadie nace con todo el saber del mundo ya adquirido —eso sería milagroso— y cada uno de nosotros ha tenido que aprender y desaprender mucho a lo largo de la vida. Nos hemos equivocado; yo, al menos, lo he hecho y lo sigo haciendo, pero no me importa porque eso significa que todavía, por fortuna, puedo alcanzar nuevos conocimientos. Qué aburrimiento de vida y de mundo si ya lo supiera todo.
¿Ustedes no han errado? Recuerden su etapa moza. ¿Cuántos desatinos cometieron? ¿Cuánto sabían de verdad de la vida? ¿Y cuánto no sabían? ¿Acaso conocían todas las respuestas cuando tenían la misma edad que aquellos a quienes ahora se ridiculiza? La respuesta es clara y la respuesta es no. Por tanto, es injusto juzgar a nuestros jóvenes de un modo tan duro, cruel en ocasiones, por no tener el mismo nivel de discernimiento que ahora tenemos nosotros (o algunos de nosotros; que de todo hay, ¿verdad?).
Es, de hecho, una postura arrogante que esconde tanto culpabilidad como miedo. Culpabilidad porque, repito, son nuestros jóvenes y no unos seres extraños que hormiguean por ahí y sobre los que nadie tiene responsabilidad alguna; y miedo por parte del adulto a ser preguntado y ser calificado también de 'ignorante' al darse cuenta de que, en realidad, no sabe las respuestas.
Nuestros jóvenes, como ya he dicho, tienen derecho a equivocarse y pueden hacerlo. Ahora es el momento, como lo es sentir que el mundo les pertenece y que se lo van a comer. Ahora, porque lo ridículo no es fallar la capital del País Vasco con 18 años; lo es hacerlo con 40, 50 o más. Por cierto, ¿cuál es?
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