La idea que hoy aquí comparto me lleva rondando desde hace ya tiempo, como la niebla guarda las cumbres montañosas. Un pensamiento que me preocupa porque es de esos que nacen de la observación, de la realidad más severa, y tiene que ver con el ... futuro de todos.
Publicidad
Habrán escuchado considerables veces en estos últimos abriles que el dinero no importa porque lo fundamental en la vida, lo que de verdad interesa es el tiempo, la salud o las relaciones. «Las cosas no dan la felicidad. No te preocupes por lo que no tienes y agradece lo que tienes». Ese es el mensaje que se repite de forma insistente en clases, vídeos, cursos, tutoriales, artículos, etc. Un mensaje en apariencia sabio, justo, bueno, pero que si le quitamos esa pátina de gnosis de baratillo que lo envuelve, en realidad encontramos una trampa, a mi juicio, muy peligrosa. Suena razonable a primera vista, pero estas lecciones o dictámenes vitales son una herramienta para mantener el 'statu quo'; es decir, para que aquellos que tienen menos no aspiren a más y se conformen con lo que sea que tengan, aunque esto sea nada.
Un equilibro curioso en el que los que más tienen continúan llenando su vida de todo tipo cosas (servibles e inservibles), mientras insisten en que estas no dan la felicidad. Hecho que ignora una verdad fundamental: para un gran número de personas en el mundo, millones en realidad, la falta de cosas es precisamente lo que genera infelicidad, porque esas cosas son lo necesario para una vida digna, justa y buena.
Es fácil decir que el dinero no importa cuando no se tiene que elegir entre pagar el alquiler o la comida; la ropa o las clases; la calefacción o el transporte. Para quienes viven en la precariedad, las cosas –comida, vivienda, seguridad– sí dan la felicidad, porque son básicas.
Publicidad
Este discurso, no obstante, deberíamos tenerlo claro, es una forma de desactivar la lucha por mejorar las condiciones de vida. Minimiza las desigualdades e invita a la gente a conformarse con lo mínimo, que no siempre se corresponde con lo necesario. Es un mensaje que busca frenar la ambición de quienes, por qué no, aspiran a más.
Nacer pobre, crecer pobre y morir pobre. Eso es lo que esconden estos mensajes. Nacer rico, crecer rico y morir rico. No muevas las variables y no se moverá la ecuación. Confórmate. Pliega tus deseos. Olvídalos, en realidad. Acostúmbrate a la insuficiencia y acepta que eso que piensas inaceptable es, en realidad, tu vida.
Publicidad
Les decía al comienzo que esta idea, este razonamiento, me ronda desde hace ya bastante y es que cada vez lo escucho, veo y siento más a menudo y no solo en boca de lo que podríamos llamar (a la antigua) las elites, sino de aquellos que de todo necesitan y nada tienen, pero que han aprehendido el mensaje y lo han hecho suyo. También en las clases políticas, porque no hay forma más sencilla de gobernar. Un discurso que cala y que como un virus se transmite con rapidez.
Una sombría oratoria que busca eliminar la idea, un derecho en realidad, que nos dice que la lucha por mejorar las condiciones de vida no solo es legítima, sino necesaria.
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.