Estas fechas, con todo su brillo y boato, nos sumergen en un amplio (y a veces pesado) manto de tradiciones entre las que destacan -se lo aseguro- los cuentos de fantasmas que, en estos días, resurgen con fuerza. Joyas literarias que resisten el paso del ... tiempo y se convierten en algunas de las historias más vendidas y leídas. ¿Qué es lo que hace que la combinación de la festividad navideña y las narraciones sobrenaturales resulte tan irresistible? La respuesta quizá podría estar en la esencia misma de la Navidad.
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Su atmósfera despierta en nosotros un anhelo por lo misterioso y también por lo extraordinario que el resto del año, salvo, tal vez, en el solsticio de verano y en la víspera de difuntos, parece estar dormido. Las noches más largas y oscuras del invierno son el escenario perfecto para leer y compartir relatos que avivan emociones inquietas y, a la vez, reconfortantes. ¿Cómo es esto posible? Por la seguridad del miedo enjaulado o el miedo controlado. Aquel que sentimos cuando, en realidad, estamos a salvo. Buscamos, guarecidos del frío y la oscuridad, algún tipo de conexión con el más allá a través de estas narraciones. Además, los cuentos de fantasmas en estas fechas nos hacen sentir y encontrar consuelo en la idea de que, incluso en los momentos (días) más oscuros, la luz y esperanza prevalecen. ¿Será culpa de Dickens? Tal vez. Pero no solo por él vivimos así este tipo de cuentos. Son muchos los autores que los han escrito a lo largo de los siglos como Charlotte Riddell, Sheridan Le Fanu, Ann Radcliffe, Henry James, Dapnhe du Maurier, Walter Scott, Daniel Defoe, Clara Reeve, William Beckford, Matthew Lewis, etc. La lista sería eterna. No todos escribieron textos de fantasmas relacionados con la Navidad, pero su influencia es innegable.
La tradición de los relatos sobrenaturales durante la Natividad se remonta a los tiempos en los que su celebración estaba todavía imbuida de supersticiones y creencias paganas. Entonces, la idea de espíritus que rondaban la oscuridad estaba directamente ligada con la muerte de seres queridos que, a su modo, seguían al lado de los vivos. Así, las leyendas de fantasmas, además de entretener, servían para honrar a los ausentes y mantener viva su memoria. Una mezcla entre lo sobrenatural y la celebración navideña que instauró una tradición que hoy todavía perdura, por lo menos literariamente hablando. También en cine y televisión, aunque, en este caso, últimamente se ha creado más para otras festividades como, por ejemplo, el día de difuntos.
A los que nos gustan las historias de fantasmas, espíritus y aparecidos, en estas fechas las disfrutamos más, pues se reeditan algunas descatalogadas y difíciles de encontrar. Si bien, en mi caso, he de reconocer que leo con ganas cualquier tipo de narración de estas características sea la época que sea, mas es cierto que en este tiempo festivo lo hago con mayor gusto. Pienso que somos más receptivos a la posibilidad de lo milagroso y por eso, tal vez, tendemos a creer más en lo intangible.
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Los cuentos de fantasmas, además, nos hacen ser más empáticos y comprender mejor a nuestros semejantes, estén vivos o muertos, lo que hace que estas historias resistan (resistirán) y perduren (perdurarán) a lo largo de generaciones. En consecuencia, la Navidad y los cuentos de fantasmas son como aros o argollas de una misma cadena, entrelazadas perpetuamente así pasen los años y las personas. Historias atemporales para, en realidad, explorar las sombras de nuestra propia vida.
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