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Hoy, la diferencia ya no es la excepción; es más bien lo estándar. Así, la oveja negra, ese individuo que antaño representaba la disidencia dentro ... del grupo, el desafío a las normas establecidas, ha dejado de ser una anomalía para convertirse en símbolo de la identidad colectiva. Entonces, me pregunto, si todos nos reivindicamos como diferentes, únicos y rebeldes, ¿qué queda del rebaño? ¿Y qué queda de aquella oveja? ¿Existe todavía un orden al que desafiar o solo simulamos nuestra diferencia dentro de un nuevo molde preestablecido?
La contradicción es evidente. Cuanto más insistimos en ser auténticos y en huir de la homogeneidad, más predecibles, artificiales e iguales nos volvemos. La rebeldía se ha convertido en tendencia y lo alternativo, en mercado. La sociedad del individualismo, que en su origen pretendía liberar a los sujetos de estructuras rígidas, ha terminado por generar un ecosistema en el que la diferenciación es obligatoria, pero bajo unas reglas tácitas que todos acatamos sin cuestionarlas demasiado. Ser la oveja negra no es a día de hoy un acto de ruptura real; acaso una identidad más dentro del catálogo de opciones permitidas y, por lo tanto, aceptadas.
Desde la sociología, podríamos vincular esta transformación con la institucionalización de la rebeldía, con la producción social de esa insurrección en el discurso tanto individual como colectivo. De esta forma, se nos dice cómo ser la oveja negra sin que nos demos cuenta.
Antes, la pertenencia al grupo marcaba la identidad, pero ahora, en cambio, la identidad se construye a partir de la negación del grupo. No queremos formar parte del rebaño, pero necesitamos que el rebaño nos observe y nos valide como 'su' oveja negra. Nos diferenciamos, sí, pero solo dentro de los límites de lo aceptable. No es una ruptura, es un ajuste. Uno, además, permitido.
Entonces, si ya no hay un rebaño homogéneo y todos nos sentimos al margen, ¿qué implica esto para el funcionamiento de la sociedad? Una pregunta de respuesta compleja y, a mi juicio, pesimista porque la cohesión social, durante siglos, se ha basado en la existencia de unas normas comunes y de ciertos límites compartidos (incluso de la ruptura real de esos límites); mas, si la norma es rechazar la norma y todos queremos ser el 'outsider', ¿quién y cómo se sostiene el equilibrio? A lo mejor, en esta era de ovejas negras, el verdadero acto de disidencia sería aceptar, sin más, la pertenencia al grupo porque la oveja negra ha pasado a ser el rebaño.
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