Soñar…
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Qué inquietante resulta despertar con la sensación de haber soñado y no recordar qué; o, peor aún, recordar pobremente pinceladas informes de algo más grande cuyos detalles se escurren entre los dedos como lo hace el aire, como lo hace el agua. Intentamos recuperar ... ese sueño, esa visión o espejismo que continúa, a su manera, como el tictac de un reloj que todavía tardará en pararse, deambulando por nuestra memoria; como un psicopompo en busca de almas que en lugar de alientos se lleva… ¿Qué se lleva? Tal vez esa extraña y a la vez placentera sensación de ser dos. Ser el que vive y el que sueña y que ambos mundos y sentires, de alguna manera, pudieran alternarse en función de la vida y el sueño. Ser el soñador o el soñado.
Soñar...
Es notar que una parte de nosotros vive una vida paralela durante la noche, una existencia preñada de historias, emociones y experiencias que se evaporan al llegar a la vigilia. Cuando el sueño es recordado, nada sucede; sin embargo, cuando este se olvida siempre queda la sensación de que hemos perdido algo importante y nos preguntamos adónde se ha ido. Quizá hay un lugar para los sueños olvidados. Sería un rincón cuanto menos curioso, supongo. La ciencia dice que la capacidad de recordar un sueño está relacionada con la corteza prefrontal y su actividad mientras soñamos, pero yo prefiero imaginarlo de otro modo. Mi yo creador de historias, mi yo literata teje un sitio bien distinto fuera de nosotros mismos, donde todos esos sueños olvidados se almacenan en, por ejemplo, bolas de cristal, a la espera de ser evocados de nuevo, si es que tal cosa es posible. También imagina, a veces, que en realidad lo soñado puede ser la vida; y la vida, lo soñado. ¿Sería acaso un imposible? No soy la primera que lo piensa. Tampoco seré la última.
Soñar…
También podemos, por qué no, volver, aunque sea en esos segundos ingrávidos y fútiles del despertar, a creer, como los griegos, en los hijos de Hipnos y Pasítea. Tuvieron más de mil, conocidos como los oniros, que hacían que las personas tuvieran sueños. Vivían en una caverna del inframundo, justo al lado del 'Arroyo del agua del Olvido'. Entre esos mil hijos, hay uno que seguro conocen, Morfeo, que se encargaba de los sueños con forma de seres humanos. Además de Morfeo, entre los oniros más importantes estaban Fobétor, encargado de los sueños con animales y quien traía además las pesadillas; y Fantaso, provocador de las ilusiones que confunden lo real y lo ficticio.
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Soñar…
Sumergirnos en un mundo que construimos a partir de fragmentos de realidad mezclados con los recovecos más oscuros de nuestro inconsciente. Narrativas que no siguen las reglas de la lógica o de la coherencia. Sueños que son un modelo de imaginación, narración y creación en los que la productividad, la claridad y el control quedan fuera.
Anárquicos, irracionales y, a menudo, incomprensibles, nos desafían. Nos ayudan. Nos invitan a seguir soñando, ya despiertos, con esas vagas pinceladas que apenas recordamos, pero que sabemos que son importantes.
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