Aprender a decir que no es una habilidad poco extendida entre determinadas generaciones –la mía, por ejemplo; y anteriores–, pero de suma importancia en el mundo actual. Decir no es una declaración de independencia, de libertad y, aunque pueda sonar, quizá, un tanto excesivo, un ... acto de autodefensa.

Publicidad

Los jóvenes lo tienen mucho más claro a este respecto, y en un sistema en el que las demandas laborales y sociales se antojan insaciables –a mí, desde luego, me lo parecen– y la línea entre generosidad y explotación se desdibuja con demasiada facilidad, están habituados a establecer límites, porque decir que no es simplemente rechazar trabajos abusivos, colaboraciones inútiles o relaciones venenosas.

A menudo se glorifica el exceso de trabajo y la completa disponibilidad, por lo que decir que no se califica como una flaqueza o una falta de compromiso; sin embargo, la realidad es bien distinta, ya que aceptar todas las demandas (sin la ajustada retribución) trae consigo un sentimiento hondo de explotación y agotamiento, y erosiona la calidad de vida y el bienestar mental. Así, decir NO, con mayúsculas, a trabajos que uno considera abusivos, mal recompensados y egoístas, es un acto de protesta, pero también de ponderación personal y profesional. Significa algo tan sencillo como defender los propios límites y valorar de forma adecuada y justa el tiempo y, claro está, el esfuerzo.

Aceptar trabajos que implican condiciones laborales indebidas alarga un modelo que hoy, por fortuna, cada vez está peor visto porque las generaciones más jóvenes han decidido hacerle frente; y nosotros debemos aprender, aunque al principio nos cueste, aunque tengamos miedo, aunque pensemos que va a ser nuestro fin, a ser un poco como ellos. En ocasiones es necesario rechazar esas ofertas que rozan la usura para no acabar encerrados, como un hámster, en una jaula en la que solo podemos dar vueltas y más vueltas en la misma triste rueda. Romper una dinámica perversa que nos impide buscar y encontrar otras oportunidades que respeten y reconozcan de forma adecuada nuestro talento y dedicación.

Publicidad

Y esto que comento, ya lo he dicho en otras ocasiones –y no me cansaré de repetirlo las veces que sean necesarias– implica, por supuesto, acabar con la llamada cultura de la gratuidad disfrazada de oportunidades, que continúa muy en boga. Hay que talar, como si fuera un árbol putrefacto, la normalización de esta práctica; y es que una colaboración debe ser mutuamente beneficiosa y enriquecedora. Aceptar aquello que no ofrece una compensación justa devalúa nuestra labor y prolonga la vida de ese árbol podrido.

Decía que puede dar miedo decir que no –de hecho, da pavor–, pero al hacerlo liberamos espacio (temporal y mental) para la búsqueda de trabajos más significativos y gratificantes. También se gana en autoestima, porque es destructor y genera abatimiento y mucha tristeza sentirse infravalorado constantemente, a pesar de siempre trabajar con ahínco y profesionalidad, y haber dicho que sí a múltiples trabajos, aunque estos no nos complacieran del todo y supiéramos que nos traerían más quebraderos de cabeza que otra cosa. ¿Por qué decimos ese sí? Por compromiso, lealtad, miedo, presión, necesidad económica… No me olvido de esto último, claro, pues es uno de los puntos más importantes por el que esta práctica arbitraria existe y se mantiene, sobre todo entre las generaciones con cargas.

Publicidad

No obstante, con los años he aprendido (o quizá sería más correcto decir que estoy aprendiendo) a decir que no, lo que es un paso importante hacia una vida más equilibrada y satisfactoria. Es una afirmación de los propios límites, valores y dignidad que cuesta llevar a cabo, lo sé muy bien, y que da miedo, pero que en algunos ámbitos sociales y laborales es necesario para avanzar y mejorar. Para dejar atrás la detestable rueda de hámster y huir. Escapar de un sistema donde a veces da la sensación, extraña sensación, horrible sensación, de que hoy todavía existen amos y feudatarios. Y yo sé que no soy el amo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad