![Variantes y demografía](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202106/27/media/cortadas/65577493--1248x1794.jpg)
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Desde hace ya muchos años, lo que no deja de ser una vergüenza para tirios y troyanos, hablar de 'variante' en Asturias es, inefablemente, referirse al paso ferroviario por la cordillera, horadada desde sabe Dios cuándo, pero sin servicio. Que si anchos de vía, que ... si filtraciones, que si una ladera... Ojalá que las últimas inversiones sean, en verdad, las últimas y no tardemos en llegar a León casi lo mismo que cuando se inauguró la rampa del puerto en tiempos de 'La Regenta'. En todo caso, ya sabemos que, para las grandes ciudades, no habrá línea de AVE en sentido estricto y ni siquiera se ve que avancen los trabajos para modernizar el trazado existente entre ellas. Por tanto, no es de extrañar, ni es nuevo, que, desde la alcaldía de Lena, se pida a Adif no sólo la transformación de la estación sino una parada de la alta velocidad. De puro vieja esta reclamación resulta cansina, por lógico que sea defenderla desde dicho concejo. Convertir esa eventual detención en estación término y usar el topicazo de trenes lanzadera a Oviedo y Gijón -que aún tardarían más que proseguir a ritmo lento en el mismo tren-, confieso que me pone de los nervios. Pero, repito, vamos a ver qué noticias se ofrecen en los próximos meses y si no hay más decepciones como la que ahora se vive en Oviedo con la suspensión de las obras de acceso a Ciudad Naranco, por no hablar del culebrón ferroviario de 28 kilómetros al norte.
Pero, en fin, Pajares es nuestra 'variante' eterna, que cualquier día vamos a incorporar al ADN de los asturianos.
Aunque la pandemia todo lo está cambiando -mutando, se dice- y ahora preocupan, incluso más, otras 'variantes' como la Delta y familia, que hasta hacen replantearse los calendarios de esa bendita vacuna, cuyos investigadores acaban de ser galardonados con el Premio Princesa de Asturias. Está claro, como en tantas cuestiones, que frente al progreso del bien -la Ciencia y la inmunización- se rearma el mal para burlar el avance de la humanidad. Ocurre lo mismo que en el campo social: los delincuentes son más ingeniosos que legisladores y jueces y, apenas reformado el Código Penal, ya se ha encontrado la pertinente fuga de agua para seguir cometiendo ilícitos. Parece, en el caso del coronavirus, que los dos pinchazos, hasta donde se sabe, nos protegen de cepas exóticas y variantes conocidas y, al menos, evitan la hospitalización. No es poco, por no decir que es un milagro a la vista de lo que venimos padeciendo desde hace año y medio. Pero, también a partir de lo que estamos contemplando y leyendo -y los expertos investigando- la familia de este virus venido de China va a seguir creciendo con nuevas particularidades.
Diversamente, las familias asturianas siguen menguando en efectivos, como la población, en general. Asturias perdió habitantes durante 2020, pero, según ha escrito Octavio Villa en este diario, «menos de lo que cabía esperar por los malos datos de crecimiento vegetativo, año a año cada vez más negativo desde mediados de la década de los ochenta». Porque también hay un dato positivo que contrarresta el menor número de nacimientos que se conoce en la región y es que Asturias ganó población por la vía de los inmigrantes y por la atracción de 1.325 personas del resto de comunidades, ante nuestro salubre Paraíso Natural, superando incluso a los asturianos que abandonaron la tierra en el pasado ejercicio.
En cualquier caso, el problema demográfico es muy serio y no estamos lejos de bajar del millón de habitantes, por no hablar de las edades, la población activa, el progresivo envejecimiento y el coste de tan penosa situación.
No hay fórmulas mágicas ante este desastre y, aunque los expertos barajen medidas para frenar la despoblación y fijar residentes, no parece que esta caída pueda revertirse a medio plazo. Quizá nunca. Siempre se ha hablado de que una Asturias mejor comunicada atraería a más personas y evitaría el éxodo de los nativos que, por razones laborales, deben moverse más allá de nuestro perímetro. Pero, aunque, evidentemente, una buena comunicación ferroviaria externa -el citado AVE- y unas cercanías interiores propias de la Europa de este siglo, mejorarían las condiciones de vida, trabajo y residencia de muchos miles de personas, también tenemos el ejemplo de que las autovías que ya nos comunican con el resto del país y con los vecinos europeos, no han frenado, en absoluto, la sangría poblacional.
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