![La vacuna justa](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202012/15/media/cortadas/tribuna-la-vacuna-justa-kL4D-U1201066262907BqD-1248x1400@El%20Comercio.jpg)
![La vacuna justa](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202012/15/media/cortadas/tribuna-la-vacuna-justa-kL4D-U1201066262907BqD-1248x1400@El%20Comercio.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Los historiadores nos lo recuerdan inútilmente. Podemos escuchar cualquier emisora de radio, ver cualquier cadena de televisión, hojear cualquier revista. Está allí en boca de tertulianos, en pluma de columnistas o en la pantalla de cualquier red social. Continuamente juzgamos el pasado con los ojos ... del presente.
Nos hace sentirnos superiores a los demás, vivos o antepasados, es como una droga. Podemos vivir como auténticos desaprensivos, aprovecharnos de los demás, que si tenemos algún tipo de remordimiento por lo que hacemos adormecemos la conciencia inmediatamente pensando en lo malos que eran los de antes, lo sexistas, racistas, clasistas, codiciosos, homófobos, fanáticos, intransigentes, insolidarios y crueles. Pero es un tipo de supremacismo moral, una trampa en el solitario para no sentirnos tan miserables como les percibimos a ellos. No podemos mirar el pasado como si viésemos una película de misterio habiendo leído previamente la sinopsis; sabemos quién es el malo y sabemos qué significa esa trama enrevesada que pretende confundirnos y sabemos cómo termina. Si sabemos cuándo el protagonista va a elegir el camino inadecuado para lograr lo que persigue, tiene poco mérito criticar su error. Criticar el pasado desde el presente no solo es anacrónico, es reventar la película, es hacer spoiler y además, spoiler con moralina.
Bien pensado, lo que ahora consideramos moralmente aceptable o incluso deseable puede ser repudiado en el futuro por causas que ni somos capaces de imaginar. No somos el punto final ni la referencia de una evolución ética, simplemente estamos en algún lugar de un tránsito que parte de un origen incierto y se dirige a un final desconocido. Nunca imaginan los que critican duramente nuestro pasado lo que ellos mismos habrían hecho de haber nacido en otra época, en otra sociedad y si hubiesen recibido otra educación.
Pienso esto en tiempo de vacunas al recordar la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. El rey Carlos IV, descrito habitualmente como un inútil de diseño, había perdido un hermano y una hija víctimas de la viruela, así que cuando en 1802 se desató una epidemia en Nueva Granada, en la esquina noroeste de Sudamérica, fue persuadido por su médico Francisco Balmis para que le pusiese al frente de una expedición para llevar allí el reciente descubrimiento de la vacuna, una tarea más difícil de lo que parece. Como la vacuna perdía efectividad fuera del cuerpo, solo se podían garantizar sus propiedades infectando un cuerpo tras otro, inoculándola de persona a persona. El vacunado tardaba unos 10 días en desarrollar la enfermedad benigna y formar pústulas que servían para inocular al siguiente. Para cruzar el atlántico era necesario llevar en el barco suficiente gente para inocular sucesivamente a los portadores de dos en dos (por si uno se moría), mientras se aislaba a los inoculados de los sanos para que no desbaratar la cadena antes de tiempo. Se calculó en 22 personas los portadores necesarios para concluir con éxito la travesía. Los adultos no se prestaron al experimento: «Que se inoculen primero los políticos», rumiarían, así que se pensó en niños pobres a los que se recompensaría formándoles en un oficio para ganarse la vida. Como pueden imaginar, los padres no estuvieron por la labor de prestar a sus hijos para esas 'cosas del demonio', así que se recurrió a huérfanos de varias inclusas. En honor a la verdad hay que reconocer que uno de los portadores fue el propio hijo de la rectora del Orfanato de la Caridad coruñés, que formó parte de la expedición en calidad de enfermera. Llegaron a Venezuela en 1804 y Balmis continuó otros seis años extendiéndola posteriormente por Filipinas, Macao y Cantón.
Las autoridades debían proporcionar niños para distribuir la vacuna por el continente. Antes de Balmis habían llegado otras formas de vacuna basadas en la linfa, de origen danés y británico, más difíciles de conservar y de efectividad incierta; solo se distribuyeron en las ciudades y cabe suponer que mediante pago. La Real Expedición tenía un objetivo filantrópico, vacunar a todos los súbditos, criollos e indígenas, con el procedimiento más seguro y eficaz, así que con la llegada de la expedición los nativos se convirtieron en el grupo receptor más importante de la vacuna. Especialmente reticentes eran los aldeanos, así que para vencer su resistencia vacunaban primero a los párrocos, para convencer a sus parroquianos de que nada malo les iba a suceder. Así, se vacunaron directamente 250.000 personas en tres continentes.
La primera expedición sanitaria internacional y pública de la historia salvó millones de vidas. El propio inventor de la vacuna, Edward Jenner, escribió cosas como: «No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como éste», o «los españoles, de quienes uno habría creído que serían la última nación en mostrar algún interés para ocuparse de esta cuestión, en realidad fueron los primeros entre los europeos».
Si miramos la expedición con los ojos actuales ¿admitiríamos una campaña como aquella en estos tiempos? ¿Sería moralmente aceptable aprovecharse del desamparo de unos huérfanos sin capacidad para negarse a ser héroes? ¿Las promesas de ser «bien tratados, mantenidos y educados, hasta que tengan ocupación» constituían suficiente garantía? ¿Estaría Bill Gates detrás de todo ello? Muchos pueden pensar que se trató de una imposición injusta e inaceptable, pero qué les dirían a los descendientes de los americanos salvados por la vacuna ¿Qué no deberían haber nacido? ¿Qué fueron favorecidos por el poder absoluto de un rey que actuó al margen de la voluntad de su pueblo? ¿Deberíamos recriminar a los descendientes de los que sobrevivieron gracias a la vacuna haberse beneficiado de una acción indigna?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.