El último capellán rojiblanco
MANUEL ROSETY
Viernes, 24 de junio 2022, 04:42
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MANUEL ROSETY
Viernes, 24 de junio 2022, 04:42
Se nos ha ido Fernando Fueyo, el capellán del Sporting. Fue el quinto desde que en el año 1961 el presidente Víctor Manuel Felgueroso incorporara esta figura al club gijonés.
José Aragón, Miguel Zabala y Emilio Blanco, párrocos de La Asunción, fueron los tres primeros. ... El cuarto fue el carmelita Dionisio Alonso, quien en sus últimos años, afectado por una enfermedad, empezó a tener de suplente a Fernando Fueyo, quien había regresado de Burundi, donde había ejercido de misionero y ya sembraba sportinguismo entre los nativos. En cada visita a Mareo agenciaba material sobrante para ilusionar a los chavales de la misión. La renuncia del carmelita poco antes de fallecer convirtió al auxiliar en titular. Fue en el año 1999.
La participación como capellán de los 23 años de Fueyo en el sportinguismo fue notoria. A veces, incluso con aire de forofo, como se mostraba en los actos de la Peña La Gaita, de la que era presidente. En su discurso, su primer grito era 'Spooooorting', con el coro de todos los asistentes. El futbolista que acudía por primera vez a recoger el trofeo instituido por la peña, sentado a la derecha del cura, se asustaba. El argentino Calandria dio tal bote en la silla que provocó una carcajada en la sala.
Como párroco, convirtió la parroquia de San Nicolás de Bari en una especie de iglesia rojiblanca. El Coto fue escenario de numerosos actos litúrgicos relacionados con el Sporting o simpatizantes de la entidad. Fernando Fueyo recibía numerosas peticiones de bautizos, bodas o funerales. Siempre estaba apto.
Fueyo fue una persona muy entrañable, solidaria y siempre con una excelente disposición. Sportinguista de corazón, se había ganado el cariño de todos. Tenía admiración por los chavales rojiblancos, con quienes tenía una excelente relación, incluidos los del filial. En sus charlas solía recordar a jugadores que le pidieron que los casara o bautizara a sus hijos. Siempre con afecto.
Fue protagonista involuntario de una anécdota cuando el entrenador Rubi decidió que no accediera al vestuario antes de los partidos, como era costumbre, para el último rezo antes del encuentro. El técnico catalán consideró que el lugar estaba destinado solo a los protagonistas del partido y solicitó que no estuviera nadie que no fuera el cuerpo técnico y los futbolistas convocados.
En las épocas en las que había concentraciones, en la jornada anterior a los partidos, era costumbre celebrar una misa en Mareo, con asistencia voluntaria. Fueyo nunca faltaba. Cuando iba a los desplazamientos se habilitaba una sala en el hotel de concentración. Y, por supuesto, no faltaba el viaje a Covadonga en la pretemporada, en el que gestionaba que la Virgen luciera un manto rojo y blanco.
Si Rubi pidió descartar la presencia del capellán, Paco Herrera, con unas ideas religiosas más firmes, recuperó el rezo previo, si bien en función del resultado decía que no siempre se le puede pedir a Dios que lo haga todo.
En los últimos años, la pandemia cambió demasiadas costumbres. También alejó al capellán, quien en los últimos meses, debido a una enfermedad, perdió contacto. Apenas hace dos semanas, cuando ya veía venir su final, envió un mensaje por whatsapp a todos los contactos amigos, incluidos futbolistas. Fue su despedida.
Se nos fue una buena persona y un excelente sportinguista.
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