Las conversaciones de paz que celebran en la frontera bielorrusa las delegaciones rusa y ucraniana han dado un pequeño respiro dentro de la dramática situación que se está viviendo. Ambas partes han acordado establecer unos corredores humanitarios sin actividad militar, para que los que huyen ... de los combates no sean, como hasta ahora, carne de cañón.
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Se calcula que más de un millón de ucranianos ya han abandonado el país, en su mayor parte por las fronteras limítrofes con Polonia y Rumanía. Pero no hay que hacerse ilusiones: la situación ofrece un futuro muy negro para Ucrania, que ya está sufriendo centenares de víctimas, un éxodo sin precedente de ciudadanos y unos desastres en las estructuras que arruinarán aún más su débil economía.
Vladimir Putin es un personaje implacable. Formado en las escuelas del KGB soviético e imbuido de un patriotismo expansionista, que pretende reconstruir el antiguo imperio de los zares y recuperar la influencia que ejercía la URSS en tiempos del comunismo. Hace años que tiene la obsesión de incorporar a Ucrania por lo menos a su paraguas y alejarla de su lugar natural, que es Europa.
Ya se apoderó de la península de Crimea, lo cual le dio alas para empresas mayores, impulsó la independización de las provincias prorrusas del este y ahora está echando los restos con su enorme potencial militar, respaldado siempre por la amenaza que implica la posesión de la bomba atómica, que sería terrible que acabase usando.
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En estas circunstancias, parece difícil que la guerra acabe con un final satisfactorio para los ucranianos, que desean seguir siendo independientes e incorporarse a la Unión Europea. La estrategia militar rusa es elocuente: Putin intenta hacerse con el control de las grandes ciudades, de los centros de comunicación, aeropuertos y la ciudad de Odesa, que cerraría a los ucranianos su salida al mar.
El objetivo es hacerse fuerte con la ocupación, sustituir al actual Gobierno por uno títere afín a Rusia y, ya con el control total, negociar desde la condición de vencedor de la guerra. El panorama, ya digo, brinda un futuro negro para los ucranianos. Putin ha puesto allí sus botas y no las sacará más que con un importante botín contra la soberanía e integridad de Ucrania.
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La amenaza de la OTAN, con sus fuerzas desplegadas por la zona no parece intimidarle. Las sanciones económicas, en cambio, si parece que están causando sus efectos, tanto en las economías domésticas como en la actitud de los influyentes multimillonarios, que se han expandido por todo el mundo con el dinero logrado con métodos mafiosos y que empiezan a resentirse del riesgo que sufren sus intereses.
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