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La guerra de Ucrania no parece tener un final cercano. Y es una guerra que desborda ampliamente a los dos actores iniciales, el ejercito ruso ... invasor y los defensores ucranianos; ya desde el principio la guerra provocó la intervención activa o pasiva de fuerzas y gobiernos de países que superan el territorio europeo, y sus implicaciones son no solo militares, sino que se extienden particularmente al aspecto económico.
En palabras de Guy Mettan, autor de 'Rusia-Occidente, una guerra de mil años', una obra de reconocida valía internacional, «la guerra de Ucrania se ha globalizado y se ha convertido en una guerra económica entre dos mundos, Rusia, incluyendo a China y numerosos países como India, en lucha contra la hegemonía de Occidente y sus aliados. Esta guerra económica es todavía más ilimitada y sin fronteras que la militar, que territorialmente tiene límites, mientras que en el plano económico se puede hablar de una guerra cuasi total».
A diferencia de la idea dominante en los medios occidentales, la mayoría de los países de las Naciones Unidas no han aceptado las sanciones económicas a Rusia; solo 37 países las han adoptado, mientras que 150 no las promovieron.
Las sanciones económicas contra un país son en realidad 'armas de destrucción masiva'. Años antes de la invasión ilegal de Irak por Estados Unidos y sus aliados, pude comprobar personalmente durante los viajes que se promovieron desde Asturias de ayuda humanitaria a los iraquíes (que salvaron de la muerte a muchos niños que no podían ser operados en Irak por falta de materiales sanitarios a causa del embargo) que quien sufría las consecuencias de las sanciones no era Sadam Husein, sino la población más pobre.
En una situación tan grave a nivel mundial, los embargos y bloqueos utilizados como arma de guerra nos afectan a todos, y es necesario que los ciudadanos tengamos la información de cuáles son los motivos reales de participar, en nuestro nombre, en una guerra por la que somos la gente normal o con menos medios los que sufrimos las consecuencias de decisiones tomadas por poderes lejanos, o, como los llama un amigo catedrático europeo de economía, 'poderes ocultos', que dominan con sus lobbies o grupos de presión las instituciones políticas.
Una primera pregunta es por qué Estados Unidos, que no forma parte del escenario europeo, manifiesta su deseo de que esta guerra se prolongue hasta lograr el máximo debilitamiento de Rusia, como expresamente ha dicho el secretario de defensa americano en su visita a Kiev a finales de abril. La prolongación de la guerra permite a Estados Unidos vender su gas, su petroleo y sus armas, lo cual responde a los intereses de los grandes grupos económicos que dominan la política americana.
Pero quizás la pregunta más relevante para nosotros los europeos es lo que está suponiendo esta guerra a la ciudadanía europea. Es difícil entender por qué Europa y Putin han roto toda negociación promoviendo una campaña de mutuas descalificaciones en lugar de buscar un mutuo entendimiento de intercambio económico favorable para los pueblos europeos, Rusia incluida. Con la prolongación de la guerra y el daño a la industria y la agricultura de los países europeos, España en concreto debe comprar a precios crecientes el petroleo y el gas, y hace que los ciudadanos de a pie sigamos perdiendo un nivel de vida ya deteriorado por las crisis anteriores y la pandemia del covid. Añádase a ello que la OTAN nos impone incrementar extraordinariamente el gasto militar, y una nueva disminución de los gastos sociales en sanidad, educación, asistencia a las personas dependientes, obras públicas... Es decir, el bien común que disminuye y los grandes negocios que aprovechan las guerras para aumentar sus beneficios.
Según la opinión de diversos expertos críticos, como Noam Chomsky, cuyo criterio no es acogido en los grandes medios dominantes de comunicación, esta guerra va a durar y quizás se convierta en una guerra de intensidad media, como la de Afganistán o Irak, con el riesgo de durar varios años, aún siendo los dos bloques conscientes del peligro de una guerra nuclear.
Los ciudadanos españoles y europeos necesitamos evitar esta deriva hacia la guerra global, y manifestar nuestra apuesta por la paz.
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