En mi niñez, cuando todavía había aprobados y suspensos y cuando la gente sentía que tenía más obligaciones que derechos, estudiábamos aquella mítica Enciclopedia Álvarez que traía las didácticas 'Fábulas de Samaniego', que aportaban una ejemplarizante moraleja para la vida. Los tiempos han cambiado, ahora ... lo que se lleva es sentir que se tienen muchos derechos y casi ninguna obligación y las fábulas ya están en desuso. Por eso yo las busco en detalles de la vida que son como un 'selfie' (autofoto) de la situación actual.

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La primera de ellas la extraigo de un documental de TVE2 sobre un país norteafricano, en la que se veía a un burro que caminaba exhausto, sediento y famélico, lleno de botijos y bultos de todo tipo. A su lado iba su dueño, que llevaba algún saco, pero que se los fue poniendo poco a poco encima al burro, como quien no quiere la cosa (como en la Teoría de la Rana). El pobre animal caminaba despacio, resignado, con la mirada ausente, mientras que su dueño exhibía una de esas terribles y temibles sonrisas, entre estúpida y maléfica (la maldad suele ser estúpida). Una de esas caras que ni el mejor actor de Hollywood sabe poner, pero que algunos políticos llevan puesta a diario. En un momento dado, el dueño, creyéndose muy listo, decidió auparse a lomos del pobre animal y... Al poco rato el burro se desplomó. Como sucede en la vida, que parece inmóvil, pero que cambia en una décima de segundo, en un momento todo cambió. Ya no había ni burro, ni botijos, porque se habían roto al caer al suelo y el agua estaba desparramada ante la mirada incrédula del dueño, que demostró ser más burro que el animal que así se llama. O sea, lo mismo en lo que se ha convertido la sociedad occidental actual y la española en particular, una especie de dictadura burocrático-telemática, en la cual el ciudadano, asfixiado por impuestos y por obligaciones formales de todo tipo, está al servicio de la Administración y no al revés y contempla resignado la escena en la que cada día le ponen un saco más encima de su dolorida espalda. La naturaleza lo equilibra todo y, al final, si no hay presas también perecerán los depredadores, tal y como se expone en el 'Modelo de Lotka-Volterra'.

La segunda fábula la extraigo de un juego que vendían hace años. Era un regalo típico de Reyes que consistía en un volante con una pantalla sencilla e inofensiva (nada que ver con estas en las que los niños actuales se dejan la vista con la cómoda complicidad de sus progenitores). En aquel juego el conductor tenía la ilusión o sensación de que manejaba el volante y que tomaba decisiones, pero realmente la ruta que aparecía en la pantalla estaba predeterminada y lo que él hiciese con los giros del volante daba igual porque la ruta siempre era la misma. O sea, algo así como lo que un ciudadano de a pie puede hacer en este momento, porque el margen de actuación es mínimo, ya que la ruta está marcada y el grado de libertad es muy reducido, aunque se tenga la vana ilusión de que se puede decidir. El grado de intervencionismo en la vida económica es de tal calibre que realmente el ciudadano está como el conductor de aquel juego.

La tercera fábula es un resumen de la rueda de prensa que dieron el noruego Finn Kydland y el estadounidense Edward Prescott, cuando les concedieron el Premio Nobel de Economía en el año 2004. En aquel momento ambos afirmaron que «en la vida nunca hay nada gratis y todo tiene un precio. Otra cosa es que el precio sea oculto o visible, y que se pague en el presente o en el futuro, pero se paga». Ahora está de moda defender la distribución de la riqueza por encima de la generación de la misma, lo cual conducirá a la pobreza igualitaria, tal y como pronosticó Milton Friedman, líder de la denominada Escuela Monetarista de Chicago y Premio Nobel de Economía del año 1976, cuando afirmó que «un país que coloca la igualdad por delante de la libertad no conseguirá ninguna de ambas cosas. Un país que coloca la libertad por delante de la igualdad, conseguirá riqueza desigual, pero tendrá menos pobreza que aquel que no genera riqueza alguna».

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El proteccionismo injusto que hay en la sociedad actual, en la cual se quiere garantizar la igualdad en la meta y no en la salida, hará que paguemos un alto precio. Exportamos a nuestros mejores talentos y retenemos a los 'ni-nis', recortamos pensiones, pero las regalamos a quien no ha hecho nada para merecerlas. Dentro de esa 'antología del disparate' en la que se ha convertido el mundo occidental, España ha conseguido ser líder en burocracia telemática. Todo un orgullo.

La imagen del futuro será una pareja inclusiva, en sus múltiples variantes, 'variantas' y 'variantos', con un coche de bebé en el que viajarán varios perr@s y gat@s, mientras sus dueñ@s caminan absort@s con el móvil en la mano, esclavizad@s por las redes sociales.

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O sea, pura estupidez

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