Será 2023 el año del tren en Asturias. Debió ser cualquier otro mucho antes. Pero tras no pocas dificultades y ninguna prisa, el Gobierno da por segura la inauguración de la variante de Pajares en los próximos meses. Veinte años después de aquella ceremoniosa plantación ... de una primera dovela que cimentó la esperanza de saldar una deuda histórica con el Principado, los trenes de alta velocidad cruzarán la cordillera por una vía a la altura de este siglo. Al fin. Tiempo para prepararse ha sobrado, aunque nadie lo diría. Al Ministerio de Transportes le quedan como mínimo un par de años de obras para ajustar la alta velocidad a lo previsto. La mejora del tramo entre Oviedo y Lena, aún pendiente, amenaza exigir trasbordos los fines de semana durante cuatro años. Y la estación a la que deben llegar los trenes en Gijón no es más que un boceto. De momento, los pasajeros pondrán el pie en un apeadero nacido provisional y que se ha hecho eterno. Esto es así no porque nuestros gestores anduvieran cortos de tiempo para planificar los proyectos que debimos acompasar a la llegada del AVE. Aunque nadie se atreva a reconocerlo, más bien faltaron ganas de dedicar ni un euro a empezar nuevas aventuras mientras la variante de Pajares consumía cuatro mil millones para llevar el tren del futuro a una región de un millón de habitantes. Esperemos que el nuevo tren llegue con algo de prisa por acabar las obras pendientes.
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En cualquier caso, el acontecimiento que supondrá la apertura de la variante nos ofrece la oportunidad de ponernos al día no solo con lo que está por hacer en materia ferroviaria. Que todavía no es poco. También de construir un futuro con más estrategia que esperar a que la suerte se suba a nuestro tren. Para ello no solo hacen falta planes concretos y la determinación de llevarlos a cabo. También un mínimo consenso, tan fácil de invocar como difícil de conseguir vistos los precedentes. En el sinuoso camino de las infraestructuras asturianas, los debates nos han ocupado mucho más tiempo que las obras. Superada ya la ilusión del día de Reyes, se antoja ingenua la esperanza de ningún acuerdo que no sea una declaración tan bienintencionada como superficial. Documentos que pregonan la relevancia y obvian los compromisos se han rubricado unos cuantos. Poco más cabe esperar cuando las urnas alientan las discrepancias y los conciliábulos. Otros, pese a todo, consiguen llegar juntos a Madrid y además regresar con compromisos presupuestarios, lo único que en política salva el trecho entre las promesas y la realidad. Suele decirse que lo consiguen porque son más listos. Tal vez solo tienen más claros los beneficios y los costes.
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