Cada año por estas fechas se intensifica el trapicheo político para aprobar los presupuestos. Es sin duda una decisión importante porque serán la base de la gobernación en los próximos doce meses. A las cuentas del Estado se unen también las de las regiones.
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La ... aprobación de los presupuestos es pan comido cuando se trata de partidos únicos en los gobiernos, pero se complica en las coaliciones o en los ejecutivos que dependen de apoyos externos, lo cual se convierte en un mercadeo de concesiones que no gustan a la mayoría de los ciudadanos.
El Gobierno de Sánchez ha conseguido el éxito de tenerlos aprobados. La parte positiva es que en los tiempos complicados que se avecinan -con los problemas derivados de la pandemia y el manejo de las ayudas que dependen de la UE-, serán cruciales.
Las críticas, sin embargo, más que entrar en los contenidos, que son pocos los que se molestan en analizarlos si no les afectan directamente, responden a dos razones de carácter estrictamente político. Para unos, deseosos de un cambio, porque prácticamente garantizan a Sánchez agotar la Legislatura. Y para otros, que en la mayor parte de los casos son los mismos, por el precio que se ha tenido que pagar a partidos minoritarios para que contribuyan con sus escaños a sumar la mayoría necesaria. Una de las razones añadidas es que son partidos independentistas.
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La otra es porque se sobrentiende que las cantidades o concesiones que se han hecho perjudican al conjunto de los españoles. La partida que se cede a una comunidad es lógico que se reste a otra u otras. No es ni mucho menos la primera vez que ocurre, pero el argumento del rechazo de un sector de la ciudadanía se repite.
El problema no es exclusivo del Gobierno central: también los autonómicos tienen que pelear, echar mano de los mismos recursos y a veces renunciar a sus exigencias. Actualmente hay 13 autonomías cuyos responsables podrán comer el turrón tranquilos, pero dos lo tienen atragantado.
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Madrid y Andalucía -ambas gobernadas por el PP- necesitan el apoyo de VOX, con el que venían gobernando. Pero las exigencias del partido de Abascal las tienen atascadas. En el caso andaluz todo parece que llevará a elecciones anticipadas. En Madrid ya se han celebrado.
Se trata de estrategias propias de la actividad democrática. Pero en España, después de tantos años de bipartidismo sin especiales complicaciones, estos tira y afloja, bastante burdos a veces, todavía nos cogen poco habituados. La proliferación de partidos que se está produciendo anticipa que el futuro de la actividad política discurrirá por ahí.
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