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La LOMLOE (la enésima ley educativa) propone fomentar la educación afectivo-sexual de los adolescentes. Forma parte del currículo de la asignatura de Valores Ético-Cívicos, que se imparte en 3º de la ESO. Recientemente me metí en este asunto. Por casualidad coincidió que los ... medios informativos llevan tiempo haciéndose eco de la polémica surgida por el 'Anteproyecto de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas transexuales y para la garantía de los derechos LGTBI'. La tramitación de esta ley ha provocado fricciones en el PSOE y enfrentamientos en el movimiento feminista.
Así las cosas, una espabilada alumna aportó a la clase un recorte de EL COMERCIO que trataba sobre el tema. Me conminó a debatir sobre él. Ella no entendía por qué algunas personas del movimiento feminista y gente de izquierdas discrepan sobre esta ley. Se extrañaba porque, según su punto de vista, lo que hace es reconocer el derecho a disponer de la propia identidad sexual, poder cambiar voluntariamente el estado civil, así como reconocer a las personas transexuales el cambio de sexo, si así lo deciden libremente. Apostillaba que le parecía una victoria de los derechos humanos y de una sociedad tolerante reconocer que las personas tengan libertad de elegir cómo vivir su sexualidad cuando el sexo morfológico no coincide con el sexo psicológico y, así, no vivir estigmatizadas.
Me pareció su propuesta muy pertinente, aunque me imaginé, a priori, que un debate de estas características con alumnos de 3º de la ESO, que tienen 14 o 15 años, daría lugar, más que a un intercambio de ideas, a que surgieran ciertos prejuicios sexistas u homófobos. Aún así acepté el reto. Es positivo que se planteen estas controversias en el aula para que salgan a la luz los pensamientos sobre la sexualidad, no demasiado claros, que tienen los críos y las crías a estas edades, donde muchos se informan a través de las redes sociales, cargadas de estereotipos y desinformación. Les advertí, de antemano, que no soy sexólogo sino filósofo y, por tanto, que intentaría en los debates no tomar partido por unas posturas u otras sino que, en la medida de lo posible, permanecería en la sombra, solo trataría de moderar el debate y restituir la nervadura de lo que me parece aceptable o inaceptable desde el punto de vista moral.
Acoté el tema, bastante espinoso, a dos cuestiones que, a mi modo de ver, son las que generan la mayor controversia: ¿A partir de qué edad consideráis que una persona puede decidir libremente autodeterminar su género? ¿Creéis que se puede decidir sin tutelas parentales, médicas ni judiciales? Unos cuantos levantaron la mano. La primera intervención fue del alumno X. Dijo que no tenía clara la diferencia entre mujeres transexuales y hombres transexuales. Le aclaré que cuando hablamos de mujeres transexuales nos referimos a los transexuales que nacieron con genitales masculinos, pero se sienten mujeres, y cuando hablamos de hombres transexuales nos referimos a los que nacieron con genitales femeninos pero se sienten con identidad sexual masculina. ¡Vaya lío!, exclamó el alumno. Risas. Dijo que le parecía que a su edad, aunque se siente chico y está a gusto con su cuerpo, con quien más relaciones (no sexuales) tiene es con chicos y se entiende mejor con ellos, porque tienen los mismos temas de conversación y afinidades, por lo que no descartaba que cuando tenga relaciones sexuales igual las tenga con chicos, pero que no le parecía que pueda convertirse en homosexual porque le atraen las chicas. Con respecto a las cuestiones planteadas, la edad de 16 no le parece que podría cambiar de sexo si no es asistido psicológicamente y que, por supuesto, contaría con la opinión de sus padres. La segunda intervención fue de Y, una alumna. Comentó que en el caso de plantearse un cambio de sexo, no cree que a su edad (15) pudiera decidir, porque igual con el paso del tiempo podría cambiar de parecer, y no veía factible ser mujer ahora, cambiar a hombre y, luego, sentirse otra vez mujer. Así que se debe hacer cuando uno lo tiene muy claro y debería ser en la etapa adulta, no en la adolescencia. Hubo más intervenciones interesantes. El debate fue muy fecundo.
Las conclusiones fueron: 1. La mayoría no tienen claro que a la edad de 16 puedan cambiar el sexo registral. A su edad, salvo algunas personas, no tienen despejadas muchas incógnitas sobre su sexualidad. 2. La mayoría están de acuerdo con la ley si logra la no estigmatización de las personas transexuales y la consideran justa para que cada uno viva sin predeterminaciones, que se han hecho pasar por naturales cuando son constructos culturales. 3. Que las experiencias sexuales están sujetas a procesos constantes de transformación y de cambio, por lo que cambiar de sexo a esas edades es una decisión complicada.
Mi conclusión fue que los adolescentes tienen un gran lío montado con el tema de las identidades sexuales (no me extraña), porque si bien la identidad sexual suele ser sólida y estable a esas edades, hay algunos que tienen sentimientos ambiguos y rechazan la construcción dicotómica de sexo masculino o femenino, atendiendo solo al sexo morfológico. Hay personas con sexo gonádico bien establecido, pero pueden alternar ciclos en su vida en los que se sienten hombres o mujeres y quieren ejercer estos roles en cada momento. No tienen certeza de a qué edad decidir, aunque se inclinan porque se pueda hacer por ley cuando sean adultos. Este pequeño estudio empírico es revelador de que hay que afinar la ley en cuanto a la edad de decisión. Puede generar más confusión de la que ya tienen los adolescentes con la identidad sexual.
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