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Rusia continúa avanzando lentamente en su guerra contra Ucrania. No ha logrado la victoria fulgurante que pretendía y esperaba. Pero a pesar de la valentía de los ucranianos, no está derrotada ni mucho menos. Poco a poco, y a costa de muchas vidas y destrucción, ... se está haciendo con el control del Dombás, la región fronteriza de habla rusa, y sobre todo taponándole al país las salidas, vitales para su economía, al mar Negro.
Uno de los argumentos de Putin para atacar a su vecino era evitar que entrara en la OTAN. Ucrania es un país soberano que tiene el derecho a tomar sus decisiones, pero desde el Kremlin se le negó. Durante años se resistió sin asumir que para Ucrania, un país extenso y de economía modesta, era fundamental para salvar su independencia total y para abrir las puertas al ingreso en la Unión Europea.
La política es complicada, las decisiones más claras de vez en cuando se vuelven del revés y esto es lo que le está pasando a Putin. Disfrutó los primeros días de la guerra del fanatismo patriótico popular. Reintegrar a Ucrania a lo que había sido en el tiempo de los zares y de la Unión Soviética generó euforia. Pero la euforia dura poco cuando empaña la hora de comer.
Aunque las noticias sobre el malestar popular generado por las sanciones internacionales se encarga la censura de minimizarlas, se agrava conforme la guerra se prolonga y no se vislumbran perspectivas de que las economías domésticas se recuperen a corto plazo. Se trata sin duda de un problema para Putin, que estará sufriendo un desgaste político.
En el ámbito internacional, el país sufre las consecuencias del aislamiento, que ya incluye el cierre de los mercados a sus materias primas, especialmente el petróleo. Además, su estrategia de desactivar a la OTAN y romper la Unión Europea se le ha vuelto en contra. La OTAN, que atravesaba momentos difíciles, se ha reactivado y está demostrando que es necesaria y que cumple sus funciones.
Los miembros están llegando a la conclusión de armarse mejor, contra la opinión de quienes la consideraban una organización innecesaria y quienes hasta ahora se negaban a incorporarse, percatándose de que, visto lo que están viendo, necesitan estar dentro. La necesidad de tener garantizada la defensa contra agresiones como la que sufre Ucrania ha impulsado a los dos países que no estaban integrados, Finlandia y Suecia, a solicitar su incorporación.
En el desafío de Putin para debilitar a la OTAN, bien puede decirse que, con la entrada de dos nuevos miembros, el tiro le salió por la culata.
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