Las gentes de mi tierra profunda, que es como yo llamaba al Suroccidente, claman ahora para que se acuerden de ellos, porque han averiguado que el abandono no solo resulta pernicioso, sino que puede llegar a ser mortal. Piden que los ciudadanos de la zona ... publiquemos nuestras quejas en los periódicos, aquellos que alcancemos a hacerlo. Exclúyanme por favor de esta indiferencia, porque hace más de 50 años que vengo hablando de nuestras tierras como un apartado poso de lejanías. Lancé mis quejas de abandonos y desastres, y solamente por una columna en que me ocupaba de una infamia me contestó un cura pintoresco, que se había negado a que un niño hiciera la primera comunión porque se llevaba mal con el padre de la criatura. Toda una página escribió el reverendo, para ponerme a mal con mis familiares allandeses, y a fe que lo consiguió con alguno de ellos. O sea, con los que tenían dinero para poder sacar tajada, sin acordarse de que también tenían parientes pobres. A aquel cura trabucaire no le contesté en el periódico, sino por carta certificada, diciéndole que yo podía ser muchas cosas malas, pero no era un mal nacido que traumatizaba a un niño por lo que me pudiera haber hecho su padre.
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Las quejas mías de los desmadres en el Occidente ya parten de los años 60 del siglo pasado. Me quejé de que desalojaran a los ganaderos del lugar de las ferias y mercados en Cangas, para hacer allí un campo de fútbol. Y que se gastara tanto en pólvora, cuando había pueblos abandonados en la miseria más absoluta. Me contestaron como una traca, resolviendo al final que era persona non grata. Los de la Puela, como la llamaba mi abuelo, hicieron otro tanto, retirándome la 'nacionalidad', pues ningún allandés digno podía comportarse de ese modo. Y mientras tanto, la gente seguía sumisa, empleando mañana y tarde para acercarse a Oviedo, en la sola soledad sonando, sin más conexión con el resto de Asturias que a través del potaje de berzas.
Antes que esta autovía, vergonzosamente empantanada, ya se había abortado por causas espurias el proyectado ferrocarril que iría hasta Cangas, y en una posterior fase hasta Villablino. Los que caminamos por Asturias vemos puentes y túneles construidos hasta Salas. ¿Quién decidió parar la obra? La gente puso nombre a los causantes. Pero aquellos eran tiempos de silencio en que los caciques brillaban y el resto era oscuridad. O sea, que si algo he aprendido en esta vida es que sin luchar no se consigue nada.
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