![La tercera república](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202102/22/media/cortadas/tercera-republica-kHAG-U1306014495844vH-1248x770@El%20Comercio.jpg)
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Ahora que la alegre muchachada de Podemos, con la anuencia de algunos socialistas, quieren dinamitar la monarquía, hablemos de la República (por cierto, desde que gobiernan juntos, España ha caído seis puestos en el índice de democracias plenas de 'The Economist'). La primera ya sabemos ... cómo fue, al punto que Estanislao Figueras, en 1873, presidente a la sazón, dijo en Cortes: «Señores, voy a serles sincero, estoy hasta los cojones de todos nosotros». Pasamos a la segunda, de la que Chaves Nogales (que permaneció en Madrid leal al Gobierno mientras este huía a Valencia en noviembre del 36) escribió que desapareció el mismo 20 de julio. La señora Calvo, que ostenta la cartera de Memoria Democrática (¿?), va a incluir la nulidad de los juicios franquistas y una labor pedagógica para actualizar los contenidos curriculares y que las nuevas generaciones sepan la auténtica historia. Muy bien, de verdad, yo estoy super ilusionado con el asunto. Vamos a resignificar el Valle de los Caídos, la Laboral y hasta la batalla de Covadonga. Vamos a contarlo todo. Pero todo, todo, ¿eh?
En aquella arcadia las mujeres recibían las mismas pilas de hostias de sus maridos maltratadores que durante la monarquía, y, por supuesto, no era una república inclusiva, de todos y todas, donde los maricas estuvieran bien vistos y se pudieran casar (de los trans, ni hablamos). Hubo aproximadamente 2.500 muertos por violencia política entre 1931 y 1936. La izquierda quiso privar a las mujeres del voto porque pensaba que la influencia de los curas las incitaría a votar de forma conservadora. Los nefastos sucesos del 10 de mayo de 1931 acabaron con el incendio de más de cien conventos, la liquidación de catorce obispos y la muerte de 8.000 personas durante las persecuciones religiosas (y a esas mismas órdenes religiosas, por aquel estupendo artículo 26, se les prohibía la enseñanza). Ante la indignación de Maura, ministro de Gobernación, Azaña pronunció su famosa frase: «Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un solo republicano». Otrosí: la revolución de 1934 fue contra la república, no contra los fachas, y se da por descontado que la la izquierda no aceptó con deportividad el triunfo de la derecha en el 33. La domesticación de los jueces fue siempre una prioridad de los frentepopulistas (jubilaron a unos cuantos a golpe de decreto, sustituyéndolos por otros más complacientes con el nuevo régimen, que luego devinieron directamente en chekistas). El 1 de junio de 1936, en un mitin en la plaza de toros de Zaragoza, Largo Caballero (UGT), Santiago Carrillo (entonces en las juventudes unificadas de socialistas y comunistas) y José Díaz (PCE), bajo un gran retrato de Lenin, llamaron directamente a la revolución.
A ver, qué más, señora Calvo. De verdad, no sé si lo he comentado antes: soy muy fan del proyecto. Seguro que recuerda que ese mismo 1 de junio, el 32% de los niños madrileños estaba sin escolarizar, mientras Casares Quiroga seguía obsesionado con suprimir los colegios religiosos (hay tics 'concertados' que siempre están ahí), lo que supondría añadir miles de niños más a los que estaban por alfabetizar. También sé que va a incluir que el Frente Popular iba a levantar una nueva España a base de decretos ley, y que no va a obviar la vocación censora de la república (Ley de Defensa, octubre de 1931). No se olvide de mencionar que las dos piedras angulares de la propaganda republicana eran, una, que luchaba por la democracia y la libertad; dos, que los mejores escritores, intelectuales y artistas estaban en su bando. Lo primero, ejem, y recordando lo antedicho por Chaves Nogales, es mucho decir si recordamos que los comunistas, trotskistas, anarquistas y socialistas radicales se comieron a los republicanos moderados; que las banderas republicanas prácticamente desaparecieron y solo se podían ver los colores comunistas, anarquistas y demás enseñas sindicales o sectoriales; que los nacionalistas pensaron más en levantar sus republiquillas que en salvar a la República. En cuanto a lo segundo, pues eso, solo leer a Azorín, Ortega, Agustín de Foxá, Manuel Machado, Torrente Ballester, González Ruano, Álvaro Cunqueiro, Camilo José Cela, Josep Pla, Luis Rosales, García Serrano, etc. Por cierto, que Ortega, el mismo que aceleró la llegada de la República con su famoso artículo 'Delenda est Monarchia', en cuanto se proclamó la República y vio el pitote que se armaba día sí día también (huelgas, tumultos, asesinatos, locura parlamentaria), se apresuró a deslegitimar el nuevo régimen con su no menos famoso «no es eso, no es eso».
En serio, qué guay, qué emoción, señora Calvo, que haya iniciativas como esta. Déjeme ayudarla un poco más. La Segunda República, uf, nada menos. Qué recuerdos. A por el poder burgués y los resquicios religiosos, que no quede nada, jeje. Hay que empoderarse, como se dice ahora. Empoderados sí que estaban sí: cuenta Alberti que convirtieron la iglesia de las Calatravas en un salón de baile, y también que editó con Bergamín el periódico 'El mono azul', con una sección titulada 'A paseo', donde se animaba a denunciar a los intelectuales desafectos. La verdad es que no se cortaron con el título, ¡y con la que estaba cayendo! (ejecuciones, asesinatos indiscriminados...), porque recuerde que 'paseo' era un eufemismo para fusilamiento, y haberlos hubo, en la Dehesa de la Villa, en Chamartín, en Legazpi, en Delicias... Y puede añadir las doscientas chekas que sembraron el terror entre los malditos burgueses, conservadores, liberales, católicos, republicanos moderados. Yo hace poco comí en un mexicano que me gusta mucho, enfrente de la antigua cheka de Fomento y, mire, qué casualidad, el edificio también fue antiguo tribunal del Santo Oficio. Qué vueltas tiene la historia. Por no abundar más, sólo la frase desconsolada de Indalecio Prieto a Azaña después del asalto a la Modelo y el asesinato de Melquíades Álvarez, diputado republicano conservador: «Aquí hemos perdido la guerra».
Lo dicho, doña Carmen, reiterarle mi adhesión al Movimiento (progresista) y a sus principios inquebrantables. Y mucho ánimo, eh, que no decaiga, que se vea que hay un motor bajo el capó. ¡A por la tercera!
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