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Algunos especialistas regionales dicen que bajar de un millón de censados no importa, que lo mismo da ocho que ochenta, que lo importante 'ye vivir bien', como si las dos cosas no fueran juntas en el endiablado rompecabezas de la vida de los países, esas ... unidades que por ser territorio son función y símbolo. Función para producir cosas que otros necesitan y símbolo para hacerlas a tu manera… Y que te crean.
En cambio, expertos mundiales dicen que la demografía es el arma secreta de los países. Eso puede significar muchas cosas. Por ejemplo, que la marina portuguesa, mi admirada Marinha, quepa en la mitad de un portaaviones chino; con las consecuencias que cabe prever. O que el dinamismo demográfico de muchos países africanos necesite de reformas interiores rápidas o de una válvula de escape para tanta juventud como contienen; con las consecuencias que cabe prever. En términos regionales, el tamaño cuenta para establecer el peso político, pues la representación territorial estructura las Cortes, que eligen o echan abajo gobiernos. Con las consecuencias que cabe prever.
Y siguiendo con la política, una demografía menguante en un estado democrático no solo rebaja el peso del país, sino que altera su comportamiento, pues si la contracción se mantiene y la población es escasa y anciana esta podría hacer un partido que defendiera sus intereses y su forma de ver la vida. En ese caso el sistema reaccionaría elevando el listón de edad de la vejez, que ahora está en los 65, pues nuestra civilización, que se enorgullece de haber desterrado el trabajo físico, podría considerar que por encima de esa edad hay población potencialmente activa en muchos campos, lo que se demuestra si echamos un vistazo a los líderes políticos que aspiran a volver. Aunque es cierto que ser anciano no asegura estar adscrito a un enfoque político, sí se comparte la visión conservadora de una vida que va concluyendo su ciclo. La zancada es distinta a la de los jóvenes y no es conveniente que estos quieran adoptarla, a no ser que sean políticos que ven dónde está el caladero de votos.
Unos deben vivir de las rentas que produjeron y los otros deben producirlas ahora. Necesitan mentalidades diferentes. El país debe mantener un proporción armónica entre lo redistributivo y lo productivo. Lo primero se obtiene por transferencias, lo segundo por el trabajo. Todos los países beben de ambas fuentes. No cabría pensar en uno que solo consiguiera rentas redistributivas, pues sería insostenible. Si solo tuviera productivas faltaría el cuidado de lo común, de lo que es necesario para la cohesión y la seguridad ciudadana. La cuestión es que ambas fuentes deben manar en una cierta proporción, si el desequilibrio es hacia la redistributiva se producen patologías sociales, se desactiva la lucha por la vida y los grupos de poder se alistan para captar la subvención, creando redes clientelares, redes grises que corrompen la sociedad que se contrae.
Por eso es conveniente tener en cuenta los hitos demográficos que marcan el camino. Son señales que cuando se pasan no debería hacerse sin reflexionar a dónde conduce la vía. Otra cosa es síntoma de enajenación. Debemos pensar la demografía como un grueso cabo con el que los países se atan a la realidad. Su estado es la resultante del trenzado de varios hilos (la baja densidad, la baja fecundidad, el fuerte envejecimiento, la inmigración, los intereses instalados en una cierta cultura, el empleo…). Hoy Asturias atrae, pero hubo un tiempo en que atrapaba en sus profundos valles a poblaciones de otros países. Ese fue un capital humano que la hizo crecer, y lo hizo en condiciones laborales duras y territoriales promiscuas, pues la escasez de vivienda fue endémica, llegando a ocuparse hasta las corripas. Estamos de acuerdo que eso no es vida; sin embargo, fue mejor que en otros lugares. Hoy la aspiración sería no conformarse con la mengua demográfica, pues bajar los brazos acelera el declive territorial y la tentación de sumergirse en un mundo mental propio: la enajenación, como refugio inseguro ante la mezcla de desvitalización social y descapitalización física, tanto urbana como rural, que no se sabe dónde parará. La aspiración sería utilizar la pólvora que queda para conseguir más y, por ejemplo, quemarla transformando los poblados en ciudades ampliadas, sensibles a la belleza, dando tono a una metrópoli significativa, bien conectada, que comparte servicios públicos y empleo, y que apoya los proyectos de las villas, otra dimensión de la diversidad de Asturias, pues son ampolletas de buena vida, que por arriba se conectan con el área metropolitana y por abajo con los que están empeñados en acobardar al monte. Las villas forman enjambres, cada uno con su proyecto, y Asturias en todos.
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