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Sucesos

La novia llegaba con su dote pactada de unos miles de pesetas, después de la conformidad de las familias. Y era valorada, como cualquier res, por sus aptitudes para trabajar la tierra y atender el ganado

Jueves, 2 de junio 2022, 01:19

Algún superviviente todavía lo recuerda. La novia según costumbre venía montada a caballo, ladeada en la silla, y a su lado un familiar a pie para evitar contingencias, como que el jaco se encabritara, ya que también según costumbre los acompañantes tiraban voladores. La novia ... iba seria, como si la cara estuviera marcada por lágrimas antiguas, que en aquellos instantes solo procedía verterlas hacia dentro y seguir la procesión en silencio. En la iglesia aguardaban otros grupos de asistentes y mirones, con las puertas abiertas para caminar hacia el altar. Todo era normal en aquellas tierras y en aquellos tiempos, donde la familia en grupo se presentaba ante el notario para que los hermanos del mayorazgo firmaran una venta falsa de casa y tierras, renunciando a la herencia. La novia llegaba con su dote pactada de unos miles de pesetas, después de la conformidad de las familias. Y era valorada, como cualquier res, por sus aptitudes para trabajar la tierra y atender el ganado. Todo parecía normal, solo que aquella novia portaba como en unas alforjas los hondos pesares marcados en el rostro. «Hasta que la muerte os separe», le dirían, para colmo, cuando se apeara del caballo y tuviera que entrar empujada por una fuerza invisible, pisando las piedras gastadas del atrio y las tablas crujientes hasta el altar. Así habían obrado todas las mozas casaderas.

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