El viernes pasado en Cosgaya se reunieron los presidentes del Canto Noroeste. Allí el anfitrión recordó que cuando España sonaba con arabizante acento gutural, 'Spania, una pequeña aldea poblada de irreductibles astures resistía al imperio Omeya, horquillado entre ella y Samarcanda. Y ya fuera apedreándolo ... desde una cueva o entafarrándolo con un argayu consiguió que diera la vuelta. Y constituir el germen de un nuevo reino que ocho siglos después volvería a sonar como España. Mucho tiempo para una ocupación. Tanto que la nueva forná deldó con un sabor especial, la del pan penínsular, que tiene en este Canto su furmientu.
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Apenas fue un grano de reino. Por eso tuvo que mirar afuera.Para ver a quién interesaba su destino. Encontró a Carlomagno, el emperador que detuvo al califato en Poitiers; creó una marca protectora al sur de los Pirineos, a la que llamó Hispánica; y buscó aliados y clientes que empujasen por su cuenta. Y al 'casting' se presentó Alfonso II, acreditando audacia en las embestidas y velocidad en los rehúses. Como demostró en Sevilla y Lisboa, donde paró lo justo para elegir unos detallucos y mandárselos al Don. Fue elegido. Y para reabastecerse abrió la línea del norte, la estratégica, que traía Europa a Santiago, crédito al joven reino y le permitía participar en el juego global, con apuestas cubiertas bajo el manto religioso, como la que enfrentó a un monje de Cosgaya, Beato de Liébana, con Elipando, nada menos que primado de Toledo, quien pastoreaba su grey gozando de la liberalidad benevolente del emir cordobés. Como el roce hace el cariño, Elipando debió incorporar algunas adherencias de la religión con la que convivía y postuló el 'adopcionismo'; esto es, Dios adoptó a un hombre, Cristo, para extender su palabra, lo que al lebaniego le parecía una execrable herejía, pues atentaba contra el insondable misterio de la Santísima Trinidad. Y tuvo ocasión de dejárselo muy claro a Elipando, al que titulaba de 'testículo del anticristo'; mientras que él no se libraba de los improperios del señor obispo, entre los cuales el de 'fetidísimo' no era el menor. Ni quizá el menos injusto. En cualquier caso, el público mozárabe apoyaba al mitrado. Pero la geopolítica del imperio mandaba y aquí se supo aprovechar para oponer un reino y un relato al califato. Así que la oportuna defensa del misterio trinitario acabó por alinear al amenazado reino Astur con los grandes poderes cristianos de entonces. Con su apoyo Alfonso II se reclamó heredero legitimo del orden gótico toledano y, por tanto, con derecho a reconquistarlo. El plan era ambicioso y quizá inspiró la frase: «Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes». La carcajada duró ocho siglos. Y cuando acabó los peninsulares amagaron un contragolpe. Que se limitó a custodiar el Algarve de Ultramar, unos, y la orilla sur del canal andalusí, otros.
Hoy 1225 años después de la polémica teológico-escatológica lebaniega, Marruecos sigue muy presente y nuestros gobernantes en Cosgaya. Desde allí tratan de encontrar lo que en la pequeñez de sus marcas las hará un poco más grandes. Y de nuevo recurren al camino de las estrellas. Y para ir ligeritos a Santiago, aunque no caminando, el mediático cántabro ya tiene aferrado el tramo a Bilbao. Y el dueño de la franquicia gallega su 'eixo', conectado a la red española de alta velocidad y en trance de enlazarlo a la portuguesa. Por su parte, el presidente-fundador justificó su premeditado retraso a la cita con un inteligente ardid, al decirles, apesadumbrado: «Ye que vine en el Vasco». No dijo 'con', pues el otro estaba igualmente indispuesto. Lo comprendieron. Compadecidos parece que le dieron su apoyo para lograr que Sánchez se estire y conecte la red ferroviaria atlántica, para no roblagar en Asturias.
Hubo un tiempo en el que a los gallegos no les interesaba vencer su enclavamiento por el camino del norte. Ni por ferrocarril, ni por carretera. De aquella a nosotros tampoco. Por ambas razones, el occidente de Asturias a punto estuvo de no entrar en el siglo XX de las carreteras. La prioridad gallega fue la conexión por el sur. Una vez completada, están dispuestos a pensar en la utilidad turística de la ruta norte. Pero para Asturias hay más. Tiene que hacer ver que, de nuevo, su interés coincide con el de los vecinos. No sólo para que el camino de Santiago tenga función reversible y lleve desde los puertos atlánticos hacia el centro de Europa energía, productos chinos y la más completa visión americana. Sino para hacer reír a Dios. Da suerte.
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