El ministerio de Fernando Grande-Marlaska ha decretado en agosto, sin preaviso ni paños calientes, la supresión de la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón. Hace veinticuatro años, el Gobierno llegó a publicar en el Boletín Oficial del Estado esta misma medida. Entonces, el ... vicepresidente Francisco Álvarez-Cascos hizo que su propio Gobierno reculara y la villa de Jovellanos mantuvo su comandancia. Esta vez, Interior hizo pública su decisión en un comunicado en el que esgrime como razones una mejora de la operatividad y la eliminación de duplicidades. Una ventaja añadida, que no cita la eufemística nota ministerial, es que la Guardia Civil en Asturias tiene ahora al frente a quien fuera responsable de la Comandancia de Gijón. El coronel Francisco Javier Puerta conoce bien a quien tiene bajo su mando y a estas alturas buena parte de lo que puede mejorar con lo que tiene ya está en marcha o previsto. El problema no está en lo que el ministerio dice, sino en lo que omite, y en la forma de comunicar la creación de la Comandancia de Asturias, que no deja de ser un cambio histórico para la Benemérita.
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El problema de la Guardia Civil en la región no está en la capacidad de sus agentes. Tampoco en la atención a los ciudadanos. Asturias es una de las regiones más seguras de España, lo dicen los datos de los que presume el propio ministerio, y el instituto armado tiene, como la Policía Nacional, una excelente valoración entre los asturianos. La realidad es que todo ese trabajo se realiza desde hace tiempo con menos efectivos de los necesarios y un presupuesto que la propia Guardia Civil, prudente, define como ajustado, aunque apenas da para lo justo. Esta reunificación se intuye más una medida de ahorro que otra cosa. No es de extrañar que el Ayuntamiento de Gijón y las asociaciones profesionales coincidan en la necesidad de aumentar el número de guardias civiles, algo de lo que los ministros solo suelen acordarse cuando se ven sus vergüenzas. Si lo que aporta el ministerio con la reunificación es la promesa de no realizar nuevos ajustes, las necesidades quedan pendientes.
La manera en la que Interior ha presentado a los ciudadanos la unificación tampoco encaja demasiado con el espíritu del cuerpo al que atañe. Si algo distingue a los herederos del duque de Ahumada es el respeto que muestran hasta para poner una multa. Y el sentido institucional de sus mandos en Asturias nunca es menos que ejemplar. En cambio, sus responsables políticos en Madrid se han cepillado una comandancia sin tener la deferencia de comentarlo siquiera antes con las instituciones gijonesas. Un folio les ha alcanzado para lo que explicaron luego al Ayuntamiento de Gijón como una cuestión menor, un trámite. Tal vez se han ahorrado un debate, pero también el decoro.
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