La soledad en la isla de Margarita
EN POCAS PALABRAS ·
Secciones
Servicios
Destacamos
EN POCAS PALABRAS ·
Ha sido la ministra más estimada por la oposición, que en determinados momentos alabó su sensatez, y en ocasiones la menos valorada por sus socios, que intuían en ella una cierta tendencia a escorarse a la derecha de la vanguardia gubernamental. Margarita Robles ha tenido ... razones para sentirse a veces un tanto sola en su isla de la defensa nacional. Más ahora que casi todas las opiniones coinciden. Los suyos la han hecho responsable del descalabro del espionaje y el resto de partidos le afean en privado la chapuza de las escuchas y en público su poca firmeza al entregar la cabeza de la directora del Centro Nacional de Inteligencia con una sonrisa. En esta coyuntura, su equipo organizó una excursión a Asturias, que debía suponer un hito: la primera visita a Cabo Noval de una ministra de Defensa. En la agenda asturiana, un pequeño acontecimiento. Para el acuartelamiento, una fiesta. En la que no hubo invitados. Contra lo esperable, junto a la ministra no estaban ni el presidente regional ni la delegada del Gobierno, que casi a la misma hora participaban en el acto de aniversario de la Guardia Civil en Oviedo.
¿La razón? Tan sencilla de dar como difícil de explicar. El ministerio no cursó ninguna invitación. Ni al Ejecutivo autonómico ni a la autoridad que durante 365 días al año le representa en la región. Según el ministerio, se trataba de una jornada de trabajo estrictamente militar, similar a las desarrolladas en otros cuarteles por toda España. Tal vez sea que en Cabo Noval sacan sus galas a diario y hasta su mascota a desfilar. Y se invita a los medios de comunicación a verlo, aunque no a preguntar. En cualquier caso, la organización de la visita chocó con lo que se ha convertido casi en una costumbre: el recibimiento en Presidencia de todos los miembros del Gobierno que se dejan caer por Asturias y que Adrián Barbón ha convertido en un gesto de entendimiento institucional. Esta vez no fue así. Mal puede recibir uno a quien no le visita. Breada en Madrid durante toda la semana, tal vez la ministra tenía pocas ganas de hacer partido y prefirió hacer solo patria. Si pretendía dejar el protagonismo a los militares, que bien lo merecen, el tiro le salió por la culata. La imagen de la visita fue la de una ministra en soledad, parapetada tras los uniformes de camuflaje, sin más respaldo que el castrense, y sin decir una palabra. Lo que consiguió fue que se hablara de todo menos de quienes debían ser los protagonistas. Una pena.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.