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Sobre obediencia y falta de libertades

Sobre obediencia y falta de libertades

El ser humano tiende a obedecer de forma acrítica a la autoridad y cede al enorme poder que ejercen las situaciones excepcionales en su conducta

Viernes, 16 de abril 2021, 01:50

En la década de 1960 el psicólogo social norteamericano Stanley Milgram realizó un experimento en la Universidad de Yale. Trataba de mostrar los peligros destructivos que puede causar la obediencia ciega al poder de la autoridad. Reclutó un grupo de hombres de edades comprendidas entre ... los 25 y 50 años que creyeron que iban a participar en un estudio sobre la relación entre castigo y aprendizaje en el comportamiento. Diseñó la siguiente situación: al sujeto experimental se le asignaba el rol de 'profesor' y a otra persona -en principio aleatoria, aunque en realidad era colaborador del psicólogo- el papel de 'alumno', al que se le conectaba a un dispositivo que emitía descargas eléctricas que oscilaban entre 15 y 450 voltios, que eran suministradas por el 'profesor' cada vez que el 'alumno' se equivocaba en la respuesta. El sujeto experimental creía que las descargas eran reales. Sin embargo, el 'alumno' no recibía ninguna corriente, solo fingía dolor. El 'alumno' cómplice imploraba, cuando las descargas eran elevadas, que se pusiese fin al experimento, negándose incluso a continuar, que, según lo pactado, también se tomaba como una respuesta fallida. De los 40 participantes en el experimento, 26 dieron las descargas máximas a sus 'alumnos', mientras que 14 se detuvieron antes de llegar a los niveles más altos. Milgram se preguntaba: ¿qué lleva a los sujetos a obedecer a la autoridad (el experimentador, en este caso) sabiendo de antemano que infligían un daño a otro ser humano? Las principales conclusiones a las que llegó Milgram fueron dos: «Las personas ordinarias pueden infligir daños extraordinarios a otros seres humanos, solo por el simple hecho de seguir las instrucciones de la autoridad y la tarea que tienen encomendada y prescinden de sus posibles consecuencias». La segunda es que «el ser humano tiende a obedecer de forma acrítica a la autoridad y cede al enorme poder que ejercen las situaciones excepcionales en su conducta, en detrimento de las disposiciones personales».

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