GASPAR MEANA

La sintaxis es un valor moral

Cuando los escritores alcanzamos cierta edad, es inevitable comenzar a reflexionar sobre nuestro oficio. A fuerza de trabajar comienzas a identificar ciertos parámetros, ciertas reglas, ciertas señales que hacen tu labor más llevadera

Domingo, 11 de diciembre 2022, 21:05

La frase que titula este artículo es de Paul Valèry, y creo que puede enmarcar bien el contenido. Cuando los escritores alcanzamos cierta edad, es inevitable comenzar a reflexionar sobre nuestro oficio. Puede que hasta ese momento hayas funcionado por instinto, pero a fuerza de ... trabajar comienzas a identificar ciertos parámetros, ciertas reglas, ciertas señales que te hacen más hacedero tu trabajo. Ahí se empiezan a escribir los ensayos literarios, se bucea en los talleres del autor. En el siglo XIX se produjo una particular contienda entre tres escritores de predicamento, Walter Besant (hoy olvidado), Henry James y Robert Louis Stevenson. Besant dio una conferencia en la que desgranó la receta para hacer buena literatura; más tarde, fue publicada en prensa. Henry James la leyó y se puso de inmediato a hacer una cierta refutación, y a esta batalla se unió Stevenson, que tenía sus propias opiniones, y que les hizo algún que otro roto, siempre desde el máximo respeto. Evidentemente, yo tengo mis propios sentires y podría estar de acuerdo o no con ciertas afirmaciones, dependiendo del autor. No obstante, y tras leer 'El arte de la ficción', editado por la editorial Firmamento (con una buena introducción de Álvaro Uribe), que recoge las réplicas y contrarréplicas, voy a espigar algunas de las reflexiones.

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Besant dice que hay que describir solo las realidades que conozcas por experiencia propia (Hemingway también lo opinaba), pero James piensa que no es exactamente así, y que «puedes adivinar lo no visto a partir de lo visto» (yo estoy con James: ahí tienen la novela histórica). Besant dice que la literatura debe buscar un propósito moral consciente (ejem, absolutamente no), pero lo que sí comparto es su obsesión por los detalles, la claridad y la búsqueda de una belleza en el estilo. Henry James cree, como Besant, que la literatura debe «representar la vida» (aquí Stevenson afirma que el arte existe no como similitud con la vida, sino por su diferencia planeada y significativa), pero disiente cuando Besant considera que existen unas reglas estrictas, pues estas deben utilizarse hasta donde nos sean útiles y ser desechadas cuando estorben. Respecto a si la literatura debe o no representar la vida, recuerdo un comentario de Albert Boadella sobre el teatro, que es la dramatización de la realidad, no la realidad, y que precisamente por ello es más realidad que la realidad misma. En fin, seguimos.

En un momento de su exposición, Besant nos habla de lo que puede hacer por ti la literatura: despierta emociones y empatía, te salva del aburrimiento, pone en tu corazón conocimiento y ambición, enriquece tu léxico y es fuente de deleite. Nada que objetar, salvo, de nuevo, esa obsesión por la moral. Besant dice que todo debe impulsar el relato, se deben quitar las descripciones o los diálogos que estorban el avance (bien), y Stevenson viene a coincidir al comentar que añadir material improcedente no es alargar, sino enterrar (Henry James también está de acuerdo: la única obligación que tiene de antemano una novela es ser interesante). Besant dice que no hay que pagar por publicar (obvio) y también dice que la voz del pueblo no siempre elige al mejor, y se refiere implícitamente a Henry James, «cuyo valor en el mercado es inferior al de muchos otros cuyo genio no es ni la mitad de grande, pero cuya popularidad es doble». Y yo añado que esto es el pan de cada día, y que aquí escribe hasta el gato, pero lo más grave no es que el gato escriba, sino que se lo publiquen.

Henry James nos habla de que la literatura vive de la discusión, del experimento, de la curiosidad, de la variedad de los intentos, del intercambio y la comparación. Henry James afirma que solo hay dos tipos de novela, la buena y la mala, y que la vulgarización, el exceso de libros publicados que Besant dice que provoca el descrédito del arte, no es tal, ya que el tiempo se encarga de barrer los malos libros y depositarlos en un limbo que no es visitado por nadie (eso espero). Henry James habla de la novela como un ser vivo, y que en cada una de sus partes hay algo de cada una de las otras partes, diálogos, descripciones, incidentes. Luego Henry James se viene arriba y se enfrenta a la noción de novela como algo artificial, ficticio, y se reafirma en que la buena novela capta el modo, el extraño ritmo de la vida, y es esa fuerza lo que mantiene en pie la ficción. En cuanto a esto, yo estoy más del lado de Stevenson, quien dice que el arte no puede competir con la vida, huye del desafío directo y crea otro tipo de realidad, una imitación, quizás. Stevenson escribe que «la vida es monstruosa, infinita, ilógica, abrupta y conmovedora; una obra de arte, en comparación, es limpia, finita, contenida en sí misma, racional, flotante y castrada». Y luego prosigue: «Una proposición de geometría no compite con la vida; es un paralelo justo y luminoso», o dice que «una obra de arte es razonable, pero infiel al hecho burdo; inherente a la naturaleza, pero no la representa». Es decir, es un símil, y por ahí va la cosa, creo yo: la novela es un asunto muy menor si la comparamos con la vida, aunque a mí me parezca enorme y cimarrona. Sobre esto, Tom Clancy decía que la diferencia entre la novela y la vida es que la novela debía tener sentido. Y va a misa.

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La controversia es mucho más vigorosa, pero para tener más perspectiva deben echarle un vistazo al libro. Escribir. Escribir de punta a cabo implica un equilibrio entre la parte consciente y la psique profunda, ese continente sumergido. Escribir implica trabajar con todo lo que tienes a mano, obsesiones, recuerdos, intuiciones, lo vivido y lo imaginado, lo leído, lo viajado. Escribir es algo que tienes dentro, algo que te obliga, algo que no descansa: un demonio al que tienes que servir. Escribir te obliga a conocer tus herramientas, a aprender a construir tus historias, porque se escribe para ser leído. Escribir es disciplina, pero también sorpresa, incertidumbre. Escribir es mi vida, y si Freud aseguraba que la escritura es una forma de neurosis compulsiva, bienvenida sea esta enfermedad. Tengo la esperanza de que no haya cura.

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