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La remodelación del Gobierno de Pedro Sánchez afecta de nuevo a nuestro eterno levantamiento ferroviario. Esta vez, habrá que explicarle a la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, exalcaldesa de Gavá (Barcelona), que llevamos desde hace casi veinte años (2002) esperando por ... un plan de vías y una estación intermodal. Otra vez, digo, a reformular calendarios, fondos de los presupuestos y que nos vengan contando milongas desde Madrid. Otra vez, en resumen, volviendo a empezar este proceso agotador que se repite como un auténtico mantra. Un pasito para adelante, cientos hacia atrás. Oigan, y van siete responsables del ramo que hemos visto. Porque, desde luego, nada hace pensar que sepa lo más mínimo de nosotros y nuestra espera bíblica por una intermodal. Viene del municipalismo y eso para el sanchismo (ejemplo, nuestro presidente, Adrián Barbón) ya le parece toda una garantía de proximidad. Sin embargo, Gavá tiene apenas 46.000 habitantes y está perfectamente comunicada. A ver si la nueva ministra entiende el problema (problemón) de una ciudad que multiplica por cerca de seis esa población y, en cambio, tiene dos terminales cutres a más no poder: la de tren en Sanz Crespo y otra privada de autobuses.
Se nos va, por cierto, José Luis Ábalos. Político trilero que nos engañó una vez más. Todavía resuenan en la plaza Mayor del Ayuntamiento sus palabras, megáfono en mano, dirigidas a una manifestación que le pedía realidades. «Cumpliremos», dijo el ya exministro, «lo firmado sobre el plan de vías». Algo que, por supuesto, no hizo en absoluto.
De hecho, la gran impulsora de esta enésima versión del (no) plan que tenemos -sin convenio con el ministerio después de haber destrozado el vigente del 2019- es nuestra alcaldesa, Ana González. A quien Ábalos (y el Principado), sin duda, han dejado hacer y deshacer a su entero antojo. Bastante tenía José Luis con estar presente en todos los intríngulis de la política nacional. Sin ir más lejos, llevarle las maletas por Barajas a la vicepresidenta de Venezuela, rescatar aerolíneas de ese país y cosas así. La verdad, a él tampoco le interesaron demasiado las carreteras -salvo cuando Bruselas le exigió que implementase un sistema de peajes- ni mucho menos los constantes incumplimientos con Gijón. Seguro que le daba igual. Total, si los gijoneses hemos tenido infinita paciencia durante veinte años, podemos esperar otro tanto.
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